Leí la “Política nacional de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación”, publicada el martes en el Diario Oficial (https://bit.ly/2TCmb1G).
Qué tarea “brígida” redactarla. Participé, como tantos y tantas, en mesas de conversación donde analizábamos y proponíamos. El ministerio repitió el procedimiento muchas veces en todo el país. Más de mil involucrados.
Compadezco a quienes les tocó cocinar un guiso con tantos ingredientes. Pero sin tales pinches de cocina, muere la participación.
Hemos tenido que aprender tantas cosas. Y desaprender otras, decía desde Barcelona el experto Enrique Samper, en un seminario internacional convocado por SAS, consultora en el uso de analítica e inteligencia artificial en los negocios (https://bit.ly/2TCM416).
Lo que más hemos debido desaprender es, según Samper, la máxima “así lo hemos hecho toda la vida y nos ha funcionado”. Las entidades más rápidas se comen a las más grandes, dijo.
En la “Política de ciencia y tecnología”, me impresionó la búsqueda de flexibilidad, de no instalar castillos inexpugnables. El planeta está en ebullición. Y esta política permanecerá solo hasta 2022.
La primera oración advierte: “Vivimos momentos de grandes desafíos”. Antes siquiera de sacar el queque del horno, los redactores nos avisan que están conscientes de las variaciones de temperatura y de la incertidumbre.
A veces, los dueños de vehículos 4x4 parten sin un rumbo muy claro. Se obligan a explorar, incluso sin recurrir a mapa alguno. Algo de eso dice este texto: aparecen los desafíos más conocidos, pero se abre a nuevas demandas que resolver.
Es como el anfitrión que en el congelador guarda una lasaña, por si aparece un invitado de piedra. O el mismo chofer del 4x4 que transporta un bidón extra de combustible. No podemos saber ni controlar todo.
Enrique Samper, en su charla, nos hizo ver cómo las oficinas habían ido progresando hasta 2019 para que uno trabajara desde cualquier lugar. Pero hoy los arquitectos deben responder al trabajo desde la casa. Desaprendizajes y aprendizajes.
Al final de la introducción, el documento celebra el ambiente chúcaro donde habrá que construir el futuro… para “hacer del conocimiento —en todas sus manifestaciones— la piedra angular de un país que toma las riendas de su propia ruta hacia un desarrollo integral y sostenible”.
Aparecen innovaciones entretenidas, por ejemplo, la de anticipación, llamada “futuro”, o la de vinculación con el medio. Y más.
La ciencia no es una plaza aislada: ahí converge la industria, el aparataje estatal como un todo, ministerios emparentados, y las personas, finalmente, los creadores, las buscadoras, los exploradores, quienes elaboran o recopilan, quienes comparten, o fabrican, o quienes sirven y quienes necesitan soluciones.
La letra chica se prestará para discutir. La letra grande, el espíritu de instalar los principios en el hoy, está escrita por gente rápida, no gente inmensa.