Esto del síndrome de la cabaña ¿no? Porque pese a que ya se puede ir al Zanzíbar, uno de los más exitosos restaurantes —si no el que más— de Borderío, en esa terraza que debe ser de las más maravillosas e incombustibles de la capital, la verdad es que esta vez se optó por su delivery. Y no es por ser pájaro de mal agüero, pero viendo lo que ya está pasando en Francia y España, los locales que quieran sobrevivir en este mundo contagioso tendrán que, sí o sí, tener bien aceitado este brazo a domicilio. Quiéranlo o no. En fin.
Entonces, vamos por lo probado. Y ojo con la metodología, ya que se pide y se planifica el despacho. Nada de rapideces y urgencias de hipster, que esto es más pausado. Y la espera vale la pena. Los platos vienen bien embolsaditos, emparejado el plato principal con su acompañamiento. Y se calientan según instrucciones. En esta ocasión se pidió un menú a $39.500, en el que escoge un entrante, dos platos de fondo y dos postres, con una gran apertura en la experiencia gracias a un hummus de lentejas olorosito a condimentos, dejando en claro que esto es como meter la nariz en el especiero. De compañía, trozos de pan pita transfigurados en chips.
Luego, los fondos. Maravilla de maravillas un pollo en leche de coco con sus notas a comino, cilantro y el aporte del limón confitado —tagine de pollo berbere—, con unas aceitunas verdes nadando en esta salsita. Su acompañamiento fue un couscous enchulado con algunos frutos secos. Más opaca fue la experiencia con un atún teriyaki, el que ya venía muy hecho y con una nota más ácida que la dulzona característica. ¿Será que hay platos que están hechos para la experiencia presencial no más? Y el acompañamiento, con un problema de concepto: pese a que dice en el impreso “nuestro” arroz salvaje, por lo que tal vez debiera leerse como “una versión de”, lo que se esperaba era ese grano oscuro y bien fibroso y no un mix de arroces. Esta misma guarnición era la de un curry pakistaní de vacuno y papas ligeramente picante ($12.500) y muy acorde con el show de aromas del hummus y el pollo previos. Glorioso.
Culminó todo con una tarta tatin y un mega brownie que cumplieron con cualquier expectativa probable: dulcecitos y densos. Intensos, como la mayoría de esta experiencia.
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