La escritora inglesa Daphne du Maurier escribió su novela “Rebeca” en 1938, y Alfred Hitchock, dos años después, la llevó al cine, fue su primera excursión en Estados Unidos y ganó el Oscar a Mejor Película.
Lo anterior ocurrió hace ya largos 80 años y en ese aniversario, quizás, podría estar la explicación remota para una versión innecesaria y en absoluto llamativa.
De la película se desprende ahorro y mínimo esfuerzo, efectos visuales tacaños, miniaturas en plan baratija y no aparece ni por asomo ese horizonte sin límites de riqueza y sentimientos, donde nada se aplaca, ni los recuerdos ni el amor, ni el odio ni la pena.
Ese escenario de grandeza, y para decirlo con una frase clásica: más grande que la vida, ahora está en su reverso y en el cementerio de las películas vanas: tan pequeño como una vida.
El director Ben Wheatley es incapaz de convertir a Manderley en un caserón que respira majestad, fantasmas e inquietud; ni en el exterior ni en los interiores, porque lo que filma es la visita guiada a un museo rosa, donde las habitaciones, objetos, pinturas y adornos se exhiben como en una pastelería.
La estrechez para Manderley se replica en el vestuario del millonario y elegante Max de Winter, que utiliza no por obsesión, sino por evidente ahorro, un repetido traje color ámbar, durante el inicio de la película: almorzando en Montecarlo, al otro día conduciendo su Bentley inglés de 3,5 litros, al siguiente desayunando en un hotel y luego paseando por la costa con esa joven que pese al cargo de dama de compañía y porque está en proceso de encanto y enamoramiento, se ha cambiado repetidas veces de vestido, zapatos y hasta de sombrero, y desde luego las pequeñas prendas que no están a la vista.
Max de Winter, en cambio, sigue igual; aunque de a poco, cambia. Polera y pantalón amarillo anaranjado, chaqueta y pantalón de su color favorito y el no va más es cuando se mete al mar con un pantalón ámbar, por supuesto.
Es un Manderley como exposición guiada y son unos personajes que en el rol de visitantes y turistas miran de lejos y no tocan nada por respeto, cosa que no está nada de mal, y demuestra que se trata de actores y actrices profesionales: Armie Hammer es Max de Winter, Kristin Scott Thomas es la señora Danvers, la siniestra ama de llaves, y Lily James es la dama de compañía que se convierte en la segunda señora De Winter, donde la primera fue Rebeca.
Lily James y Kristin Scott Thomas estuvieron juntas en “Las horas más oscuras” (2017), siempre alrededor de Winston Churchill, la primera como su secretaria y la segunda como su esposa. Ahora, en cambio, están en “Rebeca”. Es la comprensible y la humana necesidad de trabajar por los sucios pesos. Son profesionales, les diría un buen croupier.
Y digamos, ya para rematar la desazón, que la mansión de Manderley despide el misterio y la ensoñación de un DFL2.
“Rebecca”. Reino Unido, 2020. Director: Ben Wheatley. Con: Lily James, Armie Hammer, Kristin Scott Thomas. 121 minutos. Netflix.