Ya estamos a 19 de octubre y en el Parque Metropolitano de Santiago desaparecieron las flores amarillas de los aromos australianos que sobreviven de la plantación de 400 en julio de 1921. La primavera estalla.
El archivo fotográfico del Museo Histórico Nacional dedica un álbum al San Cristóbal (https://bit.ly/3dmSri8).
Caminarlo en fin de semana, prohibidas las bicicletas, genera un encuentro con otros y con la naturaleza. Conocer para valorar; valorar para cuidar.
Con una ecóloga partimos mi mujer, dos nietas y sus padres a las 10:00 horas por la entrada de La Pirámide.
Nos controlan la temperatura, nos exigen mascarillas.
Al ingreso, letras antiguas perduran en una gran roca:
“1 de abril de 1922. Inauguración de las Aguas del Parque S. Cristóbal. Con asistencia de S.E. don Arturo Alessandri; intendente don A. Mackenna; ingeniero don M. Zañartu; administrador don M. Corvalán”.
Entramos por avenida Manuel Zañartu y las primeras flores que nos gritan con su bermellón sobre verde alegran a los picaflores: las salvias rojas arbustivas.
Subimos ante especies nativas —peumos, quillayes, litres, espinos en flor, ortigas blancas y ortigas amarillas, huillis, azulillos—, en lo alto, un aguilucho vuela en círculos, tiuques, tencas.
Manuel Zañartu Campino comenzó los trabajos del sistema de regadío en 1918. El cerro recibió las aguas de la unión del estero Las Hualtatas con el Mapocho que llegaba por un canal de 12,5 km hendido a chuzos y palas (https://bit.ly/3jOd89b).
En 1927, el ingeniero Zañartu cuadruplicó el flujo de 100 litros por segundo e incrementó el verdor. Santiago cuida su parque.
Recorremos la nueva pasarela, domina la cordillera sobre Santiago. Necesito descanso y agua. Aplaudo los bancos en el recorrido; guardo mi botella vacía.
Le pregunto a la ecóloga por qué veo, desparramados, muchos árboles con hojas café. ¿Un incendio? Me pide acercarme: ciertas ramas están café, pero otras sobreviven en verde. No es incendio.
En sequía, me dice, las plantas pueden compartimentalizar su distribución de agua. Y, en extrema sequía, pueden “cerrar la llave” y un pedazo de árbol se seca. (Pienso en el ministro de Hacienda y la distribución del presupuesto 2021). La planta sacrifica algunas ramas, a veces muchas ramas, para salvar al individuo; sobrevive en lo esencial.
Le señalo una especie de laurel sin verde. “Ah sí”, me explica, “eso se llama PMP, Punto de Marchitez Permanente, no hay vuelta: la planta se ha muerto”.
Pero, me dice, no hay que dar las plantas por muertas. A veces, desde la altura uno ve parches café donde debería haber verde. La verdad es que está funcionando la compartimentalización; si uno baja al lugar y examina los árboles individualmente, hay ramas con hojas verdes, rebrotes.
Esto es vital, me dice. Quillayes, boldos, peumos, litres y otras especies nativas que saben sobrevivir muy bien en períodos secos lo logran por este proceso.
“Muere una rama, pero se salva la planta”, le comento. “¡No solo eso!”, me interrumpe, “¡se salva la especie!”.