Han sido meses de cuidarse y de sentir un vacío interno singular que solo puede llenar un rumano. Porque aparte de las carencias de orden ontológico, hay un sándwich en concreto que solo puede ser habido en un lugar, o más bien dos, ahora más distintos entre ellos que antes. Porque si antes era una Fuente Alemana en Alameda y otra en Pedro de Valdivia, ahora la histórica ha sido rebautizada como Antigua Fuente, en lo que es solo un tema de sociedades, materia del Cuerpo B, más que algo relativo al sabor del rumano. Porque esta fricandela rojiza de chancho y vaca, algo picante y antivampírica (la completa, $5.900), con una pasada de una salsa de tomate única, su parte de chucrut tibio, la mayo casera y servida en un pan glorioso —duro pero sensible, amasado pero esponjoso— es un clásico entre clásicos, aparte de ser uno de esos conocimientos iniciáticos ancestrales que se traspasan de una generación a otra.
Hay que consignarlo: ha sido un año duro para este restaurante, ubicado en el epicentro del movimiento social y luego cerrado por la cuarentena. Y mientras en el más distante —y ahora con otra administración— local de Pedro de Valdivia se han tomado parte de la cuadra con mesas, en la Antigua Fuente solo hay delivery (por UberEats) o para pasar a llevar.
Considerando que antes había que ir o ir, habrá que buscar el lado bueno. Aunque el no ver las simpáticas costuras de su cocina es una carencia que, de puro escribirlo, hace que se apriete la garganta.
En fin. Lo primero, y por favor que aprendan otros restaurantes: comienzan a atender a las 11:30. Entonces, sí se puede programar un almuerzo sin nervios. Eso sí, como fue este el caso, advierta a los contertulios que llegará algo de olor a ajo de entrada. Y la primera imagen deja en claro que el que sabe, sabe: la llegada de un paquete envuelto en papel Kraft y amarrado con pitilla, en lo que no es fruto de un afán hipster de redescubrimiento de los envoltorios biodegradables. No. Es que hay locales que son natural e históricamente así, pues.
Lo pedido, para ver cómo andaba la mano, fue: un lomito mayo ($3.900 el lomito + 800 la mayo), con esa carne blandísima tan característica (casi para llorar de nostalgia) y una mayonesa que es de verdad (no sorprenderse si la encuentran rara, por ser poco Hellmann's o la marca que sea). Luego, un churrasco italiano ($7.300), un ejemplo y enseñanza para la prole que ha comido tanta carne de esa que viene laminada y congelada. Después de ver esta luz, es difícil recaer. Y hay que sindicar algo que mejora con el delivery: al reducir un poco el relleno (sin mezquindad, ojo), es más fácil comer estos sándwiches que cuando llegaban más verticales que horizontales a la barra del local. Completó la experiencia una fricandela sola ($3.200), otro de esos ejemplos de vida, de aprendizaje sobre cómo comer algo bueno. O algo único también, como el ya mentado rumano. Y a precios más que convenientes.
Así, esperemos —y fomentemos— una larga vida a esta ya antigua fuente. Esto es historia viva. Y rica.
Alameda 58. 226393231. www.antiguafuente.cl