Chillidos insoportables obligan a buscarlas: una bandada de cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) aletea cerca. ¿Trinos románticos? No, ¡gritos neuróticos!
Terrible vivir cerca de árboles que nutren a esos “loros”; agricultores acusan pérdida de frutos; otras aves se ven desplazadas. Ya empujaron fuera de la zona central a los choroyes, endémicos de Chile.
Y en España, Italia, el Reino Unido, Chicago y Florida repudian a las cotorras, me cuenta la doctora en ecología de la PUC Sharon Reid. En la página web “xeno-canto” suenan sus chillidos en Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Francia y Bélgica.
La indignación por esta plaga cunde tanto que la Sociedad Agrícola y Ganadera Los Ríos ya pide permiso para matar otras especies de “loros”: choroyes (Enicognathus leptorhynchus) y cachañas (Enicognathus ferrugineus), protegidos por ley. Los culpan de pérdidas: mermas en cultivos, transmisión de enfermedades en lecherías.
Me escribe el doctor Jaime Jiménez, desde la U. del Norte de Texas; ecólogo, lleva años estudiando a los choroyes. Advierte que si, confundidos, arremetemos contra cualquier ave verde, sería un desastre.
¿Qué evidencias hay de que los loros chilenos dañan?, preguntan el doctor Jiménez y otros 42 especialistas de varias universidades chilenas e internacionales, preocupados por la falta de datos que respalden la petición de los agricultores. Temen que la autoridad desproteja a los loros chilenos.
No sabemos cuántos choroyes existen y cuál es el tipo y la magnitud del daño. Cada día los humanos cortan más pellines y destruyen el ambiente de estas aves, que no tienen muchas alternativas, escribe el doctor Jiménez.
Invitan en la red (https://bit.ly/2GuNWGv) a la ciudadanía y a quienes protestan, a documentar sus hallazgos, los daños.
La doctora Reid cita el listado de loros (el orden Psittaciformes) con 398 especies en el mundo. El 28% está en peligro de extinción. Las causas, en orden de importancia: la agricultura, el comercio de mascotas, la tala de árboles, perturbaciones e intromisiones del ser humano, caza.
Hay que respetar al choroy, endémico de Chile; si se extingue aquí, desaparece. Está en peligro en la zona central y vulnerable en el sur. Está prohibido cazarlo, al igual que la cachaña. Las otras dos especies de loros chilenos son el perico cordillerano (Psilopsiagon aurifrons) y el loro tricahue (Cyanoliseus patagonus).
A sus estudiantes, la doctora Reid les narra una leyenda ona sobre la cachaña, verde y de abdomen rojo. Esta ave voló al norte y descubrió bosques verdes en verano y rojos en otoño. El ave traspasó su visión a las coloridas lengas (Nothofagus pumilio). Los ona, agradecidos, bautizaron el ave, la cachaña, “Kerrhprrh”. Los yaganes la llamaban “Kinan”; los mapuches, “Rawikma”, me informa el doctor Jiménez.
Según Lucas Bridges en “El último confín del mundo” (1948), las cachañas de Tierra del Fuego no migran.
Los loros que sí nos invaden y que habría extraditar son las verdes cotorras argentinas.