El documental se inicia con Nanni Moretti, un gran director italiano, en la cumbre del Cerro San Cristóbal, con Santiago por debajo y a sus pies.
Alguna vez, en su película “Palombella rossa” (1989), actuó brevemente Raúl Ruiz, que luego le cobró la mano, cuando Moretti participó en “Tres vidas y una sola muerte” (1996), que dirigió el chileno.
“Santiago, Italia”, entonces, le pertenece a un director que filma un documental que no le es vano, en absoluto, ni en lo cinematográfico ni en los afectos y menos en lo político.
Acaso por eso permanece a la distancia: está esa primera imagen, luego su voz para las preguntas y por segunda vez surge su figura en Punta Peuco, cuando le aclara a un prisionero, a Eduardo Iturriaga Neumman, que él no es imparcial.
Hay imágenes de archivo, pero su único recurso es una cámara fija frente a los entrevistados, entre otros: Patricio Guzmán, Miguel Littin y Carmen Castillo, Carmen Hertz, la periodista Alejandra Matus, que recuerda su niñez, y también dos exuniformados, donde uno está encarcelado.
El grupo principal, o al menos el más compacto, es el de los compatriotas que se asilaron en la embajada de Italia y los valerosos diplomáticos que los cobijaron y rescataron: Piero di Masi, primer secretario, y Roberto Toscano, encargado comercial, entre otros.
La película, en la media hora final, se concentra en la embajada como refugio y en el cruel horror de la represión, con el posterior viaje a Italia y la enorme solidaridad de esos tiempos.
En los 49 minutos iniciales es una película sobre la Unidad Popular hasta el día del Golpe, donde Moretti pregunta, escucha y lo hace con respeto absoluto, porque el documental es un ejercicio de fe y admiración. Es tanto así, que acepta todas las respuestas. Incluso las falsas, como que no existían medios de comunicación favorables a la UP, o la descripción que proviene de la poética personal, pero no de la realidad completa: “Era una sociedad entera en estado amoroso”.
“Santiago, Italia”, lo dice sinceramente su director, no es imparcial.
La película avanza por los recuerdos de esos protagonistas, donde la nostalgia y el dolor tiñen y reconstruyen el país de entonces. Hay un par de hombres que se quiebran y lloran, porque el sentimiento de cariño por ese período se mantiene intacto. Nadie está mintiendo.
Tampoco Patricio Guzmán cuando escucha con horror y asombro que hay chilenos opositores a la UP que abren las ventanas y aplauden los disparos, y cada vuelo de Hawker Hunter lo acompañan con la alegría del grito de gol.
Es un documental titulado con Santiago e Italia y a ese tránsito y exilio, pero la película se asoma al origen de la tragedia y a una memoria del pasado —específicamente al tiempo de la Unidad Popular, jamás la dictadura— que persiste asimétrica, abismal y desproporcionada.
Son esas dos letras: la UP. Una época divina o infernal. Es la historia de dos países.
“Santiago, Italia”. Italia - Chile - Francia, 2018. Director: Nanni Moretti. 83 minutos. En las plataformas Red de Salas, M100 y Puntoticket.