Aníbal Huneeus invitó en WhatsApp a sus compañeros de curso a integrar “Tertulia”, un grupo. Antes del covid-19, un personaje iba a conversar.
Hoy se miran por Zoom, algunos con su copa en la diestra. Han disfrutado, entre los invitados, a Álvaro Fischer, Isabel Behnke, Agustín Squella, Máximo Pacheco y el jueves, a Claudio Hetz.
Menor que su audiencia, el Dr. Hetz (46) habló de envejecimiento. Él dirige el Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica con sede en la U. de Chile (bni.cl). En Harvard es profesor adjunto de salud pública (hsph.harvard.edu). Es profesor adjunto en el Instituto Buck de investigación del envejecimiento (buckinstitute.org). Y es músico, toca en su banda. De los chilenos más citados por otros investigadores (18.908 citas), él divulga lo que descubre.
Nos mostró una rata mayor, de 18 a 24 meses, desganada. La comparó con una joven, de 3 a 6 meses, activa. Tratando a la mayor, consiguió “regenerarla” hasta alcanzar el estado de alerta de la joven.
El envejecimiento es un proceso activo con sus reglas. Conociéndolas, podemos modificar su desarrollo, alega.
En eso está él y los más de 300 científicos que dirige. Contento. Anuncia drogas y terapias que cambiarán el envejecer, ese proceso al que yo tiendo a resignarme.
“Pensar en la vida eterna, ¡eso va a ser posible!”, desafía. “Cuando entendamos por qué y cómo envejecemos a nivel del máximo detalle, probablemente vamos a llegar a eso, a vivir mucho”.
Y sano. “Lo que se busca es cambiar la expectativa de salud, más que la expectativa de vida: si uno aumenta un poquito la expectativa de vida, tiene un impacto mucho mayor en la expectativa de salud”.
Pero no hay que confiar solo en la medicina; envejecer es algo de muchas capas. Es tema para la política. Y la nutrición, lo laboral… y la cultura.
“Tenemos un problema cultural tremendo: los viejos entre nosotros no existen. Son casi un problema; se ocultan. ¡Si el abuelo se pone a pololear, para nuestra cultura es una aberración!”, cita a la psicóloga que investiga en el BNI.
Así, nuestros mayores sufren soledad, depresión, y eso impacta en el desarrollo de otras enfermedades. Todo está conectado.
La urgencia de una política aparece no solo oteando el futuro, sino que viendo el hoy: los ricos viven más que los pobres; los más educados, más que los menos; los urbanos, más que los rurales. Corrijamos esto, porque sabemos cómo envejecer bien.
Viven mejor quienes vivifican sus amistades, quienes a lo menos trabajan dos horas a la semana, quienes se ejercitan, comen sano. Activos, cuidan a sus nietos y reciben amor.
En covid-19, dice, los mayores sufren soledad, y eso impacta en el desarrollo de otras patologías; todo está conectado. Y las políticas Covid deben asumir esta realidad, no solo contar contagios.
Porque es posible para las personas de 95 disfrutar la vida como las de 25. Es posible pololear.