Las malas prácticas que observamos en nuestra vida pública son numerosas. Con todo, hay una que se ha generalizado en los últimos tiempos: el chantaje emocional.
Extorsionadores ha habido siempre, basta pensar en los mafiosos que ofrecen “protección”, o en la industria del secuestro; ahora bien, lo propio de esta nueva herramienta es que juega con la conciencia de culpa de las buenas personas para manipularlas
Veamos cuatro ejemplos recientes, comenzando por los más extremos.
Diversas organizaciones estudiantiles y el Colegio de Profesores promueven paros en protesta por los intentos de volver a efectuar clases presenciales. Uno puede estar de acuerdo o no con la política ministerial, pero quienes no quieren sumarse a esos movimientos son acusados de inmediato de “falta de empatía” con la vida humana o de ser unos desconsiderados con quienes no pueden regresar a la normalidad. Así, se descarta a priori la posibilidad de dialogar racionalmente sobre los fundamentos de tal decisión. El resultado es que un buen número de estudiantes y profesores se suman dócilmente a esa medida de fuerza y otros simplemente se callan, aterrados ante el solo hecho de que su imagen quede destruida en las redes sociales por los autores de la extorsión.
En La Araucanía se han multiplicado las huelgas de hambre en los últimos años. Recién esta semana terminaron las últimas, por ahora. Aquí el procedimiento es muy sencillo: “si yo muero, será por culpa tuya”, le dicen a la autoridad. No faltan quienes, desde las posturas consideradas liberales, sostienen que realizar una huelga de hambre no es más que un ejercicio de la personal autonomía. Olvidan que si un liberalismo se toma en serio la autonomía personal no debiera avalar la realización de presiones indebidas, actos que significan precisamente privar de la autonomía a otros.
También la Confederación Nacional de Transporte de Carga, que bloqueó las carreteras hace unos días, empleó procedimientos semejantes. Quienes, como Chiletransportes o la Confederación de Dueños de Camiones de Chile, no se sumaron a su empeño fueron acusados de falta de sensibilidad ante los graves hechos que tienen lugar en La Araucanía y que han afectado de modo muy particular a quienes se dedican a la vital actividad del transporte.
Finalmente, el hecho de que el Gobierno no suscriba el Acuerdo de Escazú sobre materias ambientales ha sido presentado ante la opinión pública como una necesaria muestra de insensibilidad en la protección del medio ambiente. No se admite que pueda haber otras razones.
¿Qué tienen en común todas estas formas de extorsión emocional? El procedimiento es siempre el mismo: se detecta una causa más o menos noble y, de manera automática, se la absolutiza, como si fuera la única variable que debe ser tenida en cuenta. A continuación, se establece, sin mayor análisis, que existe un camino único para lograr ese objetivo; quien no lo siga, es inmediatamente descalificado desde el punto de vista moral. Para esta lógica solo hay víctimas y victimarios, no existen más alternativas.
Las trampas de este modo de argumentar son muchas. Hay diversos fines muy nobles y ninguno puede monopolizar la exclusividad del bien. Es verdad que debemos cuidar la salud de los niños, pero también importa que aprendan a leer; que su madre y su padre puedan trabajar; que adquieran hábitos de sociabilidad y que no estén sometidos a la carga psicológica de un encierro prolongado; también hay que considerar qué probabilidad tiene un niño de morir por esta enfermedad, especialmente si tenemos en cuenta que hay regiones con bajos índices de contagio (si uno quiere evitar a cualquier costo el riesgo de muerte infantil, debería partir, por ejemplo, por prohibir la circulación de autos en las calles), y muchos otros factores.
Por otra parte, no se analizan escenarios alternativos. Se produce una suerte de prohibición de pensar. Así, nos dice la Confech que, en esta crisis, “vemos la cara más salvaje del modelo; hay vidas que valen más que otras. Hoy el debate es si priorizamos el modelo y los capitales financieros o las vidas de tod-s nosotr-s (sic)”. Todo es binario en el mundo de la extorsión emocional que ejercen unas personas que están convencidas de ser moralmente superiores al resto de los mortales.
¿Qué hacer en este escenario?
De partida, descubrir estos mecanismos de chantaje ya es una primera defensa contra esos procedimientos, que suelen ser bastante elementales. Además, se hace necesario no dejarse vencer por el temor, porque este tipo de extorsiones solo funciona si la víctima es vulnerable.
En efecto, hay dos tipos de personas sobre las que no surten efecto esas estrategias de manipulación emocional. En primer lugar, aquellas que carecen de escrúpulos: sería inútil hacer una huelga de hambre o acusar de falta de empatía a Kim Jong-un. Pero también resultan ineficaces estos chantajes si sus autores encuentran al frente a personas que poseen la claridad intelectual necesaria para desarmar esos argumentos tramposos y la fortaleza de ánimo para no dejarse amedrentar por ellos.
La rebelión contra la prohibición de pensar es quizá el mejor antídoto.