La filmografía de Sebastián Schindel contiene varios documentales, y su primera película de ficción fue especialmente elogiada y premiada: “El patrón, radiografía de un crimen” (2014), donde se establece alguno de los motivos que siguen latentes en su corta filmografía: “El hijo” (2019) y ahora, “Crímenes de familia”.
El protagonista, en esa obra inicial, era un hombre de provincia y un bruto analfabeto, que de Santiago del Estero llegaba a una carnicería de Buenos Aires.
En “Crímenes de familia”, Gladys (Yanina Ávila) no es la protagonista, pero la mujer viajó de la pobreza de Colonia Aurora, Misiones, hacia la capital argentina, y también es un personaje rudimentario, dicen los que la conocen: Alicia (Cecilia Roth) y su esposo Ignacio (Miguel Ángel Solá), un ingeniero jubilado, donde ambos son sus patrones, porque Gladys es una empleada doméstica puertas adentro que apenas habla y cuando lo hace baja la cabeza, agradecida y humilde por ella, pero sobre todo porque tuvo un hijo, no la echaron y la señora Alicia es quien más lo cuida, mima y cría.
En ese departamento, y esto es lo más logrado de la película, se respira y presiente una anomalía, y acaso más de algún secreto guardado bajo siete llaves.
Los silencios son lo más revelador en las conversaciones de Alicia con Ignacio, un matrimonio con años en el cuerpo, donde parece que la rutina diaria ya reemplazó al cariño.
En ocasiones se menciona a Daniel (Benjamín Amadeo) y su familia, por lo visto un hijo adulto y ausente, pero siempre con presencia en los recuerdos y quizás en las culpas.
Está la actitud física de Gladys, con esa pesadumbre y mala estrella que parecen ancestrales.
Y claro, también el grupo de amigas de Alicia, la dueña de casa, que siempre quieren saber más, inmiscuirse y meterse donde no las llaman.
Los secretos y silencios de esa familia y de su empleada se van a resolver con la fórmula de la película judicial, donde las secuencias transcurren en una sala con fiscales y defensores a los costados, por delante el estrado con jueces y al centro, una silla para los testigos y los acusados.
Y por ese lugar van a pasar los protagonistas y los que algo pueden aportar en los dos casos que finalmente se investigan y conectan: en uno hay violencia física y psicológica, con droga y desesperación entre medio; y en el otro proceso existirá una confesión y un inocente muerto.
En “Crímenes de familia”, en definitiva, se respira el aire y el diseño del melodrama latinoamericano, popular y lacrimógeno: los sacrificios de las madres, el abismo de las clases sociales, las habladurías de los cercanos, el temor a la ruina económica, la violencia bajo techo, los pecados de los malos hijos y las cosas de las que no se hablan. Y así es como se explica y se entiende por qué pasó lo que pasó.
Argentina. 2020. Director: Sebastián Schindel. Con: Cecilia Roth, Yanina Ávila, Miguel Ángel Solá, Benjamín Amadeo. 99 minutos. En Netflix.