Hay restaurantes que son parte de nuestras costumbres, del mapa histórico de lo comido y lo bebido en la capital. Lugares que siguen allí, con su pátina, mientras el mundo cambia. Para quien ha visitado la casa en que se encuentra el Omar Khayyam, en avenida Perú esquina Rapa Nui, sabe que no se trata solo de comer allí. También es un ejercicio de nostalgia y, más aún, de anclaje. Por eso el viaje es doble, no solo hacia lo árabe, sino también a sumarse con aquello que resiste.
En su página web se encuentran desplegadas las zonas de reparto, pero una llamada (al 227774129) puede abrir la posibilidad de un despacho más lejano.
Para empezar, un guiso marroquí de berenjenas, pimentón, su toque de cebolla y almendras ($6.500), una bomba de especias con algo de agridulce (también, en la misma veta, hay tajine de cordero para dos). Pan pita para acompañar, junto a unas bolitas de labneh ($4.500), ese queso de yogurt de una acidez maravillosa, aliñadas con su chorro de aceite de oliva.
En el centro de la mesa, un surtido de rellenitos ($9.650), con siete hojitas de parra, cuatro de repollo, un zapallito, una papa, una berenjena, un ají (hay porción de diez a $6.250, para la próxima) y una tira de nasarín. El arroz del relleno, aliñado con curry y con su buena cuota de carne. Tabboulla ($3.900) para refrescar, con su mezcla de pepino, tomate, con perejil y menta, con burgol. Y pedido por un arranque de nostalgia ñoña, un pincho de carne de cordero con tomate y cebolla, un siaj ($7.050), solo por el recuerdo de Ogú comiéndolo en las aventuras de Mampato en Bagdad. Y sí: por algo le gustó tanto. La carne, a punto.
Para los amantes del cordero (o más bien de sus partes), hay también chuletas, entrecot, costilla rellena y criadillas, pero para no olvidar al ala vegetariana, fueron dos shawarmas veggies ($5.500 cada uno) con falafel. Hay jiar mae lavan, ese mix de yogurt, pepino y menta, como para complementar también.
Al final, una bandeja de diez pastelitos surtidos ($5.900), entre knafe, maamul, cereglie, baclawa y hariset el loz. Frescos (lo que a veces no ocurre, hay que lamentar), por lo que se justifica plenamente ir a buscar el tutorial de café árabe —si no sabe—, para terminar con una mezcla complementaria de amargor y dulzura.
Tal como estamos y quedamos.
www.omarkhayyam.cl