Henry Joost y Ariel Schulman han dirigido un puñado de películas y un par de títulos suenan como advertencia: “Actividad paranormal 3” (2011) y “Actividad paranormal 4” (2012), pero otros respondieron a las expectativas, siempre modestas, y no fueron un desaguisado gracias a un cóctel que mezcló internet, virus, acoso virtual, terror y ciencia ficción: “Viral” (2016) y “Nerve: un juego sin reglas” (2016).
“Power Project” es su película más ambiciosa y costosa, y ese cóctel y algunos de los ingredientes se siguen batiendo.
En Nueva Orleans y en el prólogo, un productor de drogas, Biggie (Rodrigo Santoro), les ofrece a los distribuidores de manera gratuita un nuevo producto: una cápsula prodigiosa que extrae el superpoder que cada persona trae en su interior.
Biggie está abriendo mercado y probando, porque la droga tiene dos inconvenientes: sus consecuencias duran minutos y el gran efecto secundario, en verdad definitivo, es que algunos la toman y explotan.
La idea es la globalización e iniciar un nuevo orden mundial a partir de la anarquía y el caos, donde el barco matriz que contiene 100 mil cápsulas, no por nada, se llama “Génesis”, y por eso Biggie, con cierta solemnidad, le asegura a su jefa: “Esta píldora derrocará gobiernos”.
En un bando, entonces, y para que nadie se pierda, están la oficina gubernamental secreta que se manda sola y los carteles de la droga, que serán invencibles si logran la producción en serie de la cápsula.
En el otro bando el trío de héroes se arma de a poco, porque la norma es que partan peleados entre sí y además, confundidos.
Art (Jamie Foxx), también llamado “El comandante”, es un exmilitar que estuvo en el descubrimiento de la cápsula y que busca desesperadamente a su hija adolescente.
Frank (Joseph Gordon-Levitt) es un policía de Nueva Orleans, con la misión de impedir que el crimen y la píldora provoquen más estragos.
Y la joven Robin (Dominique Fishback) es traficante, pero solo porque necesita dinero para operar a su madre diabética. Además es rapera, y de las buenas, porque le lanzan una palabra y desde ahí espontáneamente rapea, y tanto con “antibiótico” como con “sismógrafo”.
“Power Project”, más allá de los bandos, mantiene un dilema en su interior, porque el mensaje es que la cápsula es letal, dañina y nadie debe usarla, pero el problema es que la película se mueve con efectos especiales, monstruos y combates, que solo aparecen cuando alguien se traga la píldora.
Entre los traficantes, los matones y Biggie, no hay miramiento alguno y hasta la mastican, como si fuera vitamina C. Art y Frank son remolones y manejan la alternativa con precaución, pero por supuesto que la emplean.
La paradoja es que “Power Project” es de acción y contra la píldora, pero resulta que sin píldora no hay acción, y con esa contradicción vital es muy difícil hacer buenas películas.
“Power Project”. EE.UU., 2020. Directores: Henry Joost y Ariel Schulman. Con: Jamie Foxx, Joseph Gordon-Levitt, Dominique Fishback. 112 minutos. En Netflix.