Los empresarios exitosos combinan inteligentemente táctica con estrategia. Táctica es lo que se usa para asegurar metas de corto plazo. Estrategia, en cambio, es lo que se sigue para maximizar el valor de la empresa en un horizonte de décadas. Una buena táctica permite ganar batallas, pero solo una buena estrategia permite ganar la guerra.
Ambos conceptos provienen de la literatura militar. “Todos pueden ver las tácticas por las que conquisto, pero nadie, la estrategia por medio de la cual la victoria se desarrolla”, escribía Sun Tzu hace más de dos mil años en “El arte de la guerra”.
El mundo de la táctica es el del cálculo preciso, pero de corto plazo: Toyota abocada al cumplimiento de su presupuesto anual, defendiendo su primer puesto en el mercado automotor. El de la estrategia, en cambio, es el de la visión de largo plazo, inevitablemente más subjetiva: Elon Musk dirigiendo a Tesla, una recién llegada al mercado. Se necesitan ambas. Un empresario con una gran estrategia, pero desprolijo en la táctica, deviene en soñador y por lo regular fracasa. El mercado temió a ratos que ese fuese el caso con Elon Musk; el propio nombre “Tesla”, en oposición a Edison, evocaba a un genio sin táctica que murió en la ruina.
Por otro lado, a un empresario consumido por la táctica el futuro lo tomará por sorpresa, como de hecho sorprendió a Toyota: hoy Tesla vale casi un 30% más que Toyota, a pesar de vender menos de un 4% de las unidades que ésta vende. El empujón final a Tesla se lo dio la pandemia, porque de pronto el mundo se convenció de que la economía pospandemia sería “verde”, coincidiendo con la visión estratégica de Musk.
El caso Toyota-Tesla ilustra un principio general: las estrategias deben revisarse cuando el entorno cambia radicalmente. “Hay décadas en que no pasa nada y años en que pasan décadas”, habría dicho Lenin, un estratega de aquellos. En Chile este es uno de esos años, porque la inestabilidad política y los efectos de la pandemia están cambiando significativamente el ambiente de los negocios. Es aún temprano para hacer aseveraciones definitivas sobre cómo cambiará el entorno. Con todo, resaltan algunos aspectos que se pueden avizorar.
Partiendo por lo básico, en Chile se encarecerá el costo de capital. Pasado el efecto morfina de los “Mega Fogape” y la política monetaria expansiva, el costo de capital en nuestro país irá al alza. No hay mucho misterio en esto. El capital no tiene vocación heroica; con la incertidumbre política reinante, cuesta imaginar al capital externo dándose de codazos por entrar a Chile. Por otro lado, la misma inestabilidad política tiene a la deuda pública desanclada, como lo ha advertido el Consejo Fiscal Autónomo. El déficit fiscal que se avecina es el mayor en casi medio siglo, solo comparable al de 1972. Entre uno y otro efecto, el costo de capital debiera subir y no por poco. Se trata de un cambio en la topografía que exige reevaluar la ruta.
También habrá algún grado de desvalorización del activo fijo, consecuencia del mayor costo de capital en un contexto de menor crecimiento. Por ello, algunos balances que se veían robustos dejarán de lucir así. En esos casos, no es solo la ruta futura la que se verá afectada, sino también el punto de partida.
Otro elemento es la “dimensión verde”, a la que ya se ha hecho referencia. No se trata solo de un asunto de automotrices. La “huella de carbono” cobrará cada vez mayor relevancia y en un ambiente de contracción económica global podría incluso servir de expediente proteccionista. Ello le concierne sobremanera a un país exportador como Chile, con mercados de destino distantes. Si usted creía que la huella de carbono era solo un tema de conversación de los ecologistas, quizá deba reevaluar sus creencias.
Se agrega la irrupción definitiva de la economía digital, acelerada por la pandemia. El mercado ya dio su veredicto: basta ver la evolución de las valorizaciones en Estados Unidos de las empresas tecnológicas vis a vis las tradicionales, por no hablar de las quiebras masivas del retail presencial (J.C. Penney, Brooks Brothers, etc). Es probable que Amazon conozca mejor a los clientes más rentables del retail chileno que las propias compañías locales; algunos de “sus” clientes quizá ya no sean suyos.
Finalmente, está la relación empresa-sociedad. En un sistema político inestable, la relación entre empresa y sociedad será puesta una y otra vez bajo tensión. Se requerirán estrategias proactivas y no meramente tácticas reactivas.
Pero estas y otras disquisiciones relativas al entorno estratégico serán un privilegio de los sobrevivientes. Para tener estrategia, primero hay que sobrevivir, lo que nos lleva a la táctica. ¿Cuál es la táctica hoy? “Sobrevivir por todos los medios”. Esto es más fácil decirlo que hacerlo, porque siempre hay tácticas firmemente arraigadas en la organización, cosas que “nunca antes” se han hecho, prácticas inveteradas, etc. Pero solo quien adopte con celeridad las drásticas medidas que su situación reclame, tendrá chances. Y bueno, “la rapidez es la esencia de la guerra”, nos recuerda también Sun Tzu.