Sabemos poco. Definir “felicidad” ya desata controversias. (Palito Ortega: “La Felicidad, ja ja ja ja… de sentir amor, jo jo jo jo”). Supongamos que cada cual sabe cuál es la felicidad para sí y los demás.
Un estudio, publicado el 24 de junio, pregunta si el sentirse feliz incluye sentirse saludable.
Por ejemplo, está demostrado que una persona con incontinencia urinaria se siente menos feliz que una persona con cáncer. No es que el cáncer haga feliz, sino que la incontinencia urinaria es excesivamente limitante (Erik Anger, 2012).
Kostadin Kushlev, del Dpto. de Psicología de la U. de Georgetown; Samantha Heintzelman, de Rutgers, y otros, publicaron en Psychological Science una evaluación, a lo largo de 6 meses en 155 adultos, un 78% mujeres, de la relación entre sentirse feliz y sentirse saludable.
Compararon los resultados entre el grupo de prueba y el grupo de control para alcanzar un “sí”: ambos sentimientos están relacionados. Al aumentar la conciencia de su felicidad, las personas mejoraron su percepción de su salud.
Los investigadores cuestionaron estudios anteriores que comprobaban que, cuanto más felices las personas, gozan de mejor salud cardiovascular, mejor sistema inmune, se involucran en actividades más saludables, viven más tiempo. También hay mejoras en mitigar el dolor, retrasar el desarrollo de enfermedades y acelerar la recuperación.
Kuschlev y sus secuaces criticaron esas investigaciones porque abarcaban periodos cortos. Y estudiaron la relación felicidad/salud durante seis meses.
A los voluntarios les aplicaron un programa psicológico para que cada semana se sintieran más valorados, más seguros de sí, más capaces, más agradecidos, más integrados socialmente. Fueron midiendo el avance del sentirse felices. Simultáneamente, les controlaban indicadores básicos de salud y les practicaban un interrogatorio semana a semana sobre cómo se sentían.
Al final, los sometidos al programa de felicidad, se sintieron más saludables que los voluntarios del grupo de control, sin programa y menos felices. Los resultados a los tres y a los seis meses dieron igual. “La felicidad puede no solo ser buena para la mente, también para el cuerpo”, concluyen los investigadores.
Y en pandemia, ¿será posible mejorar la propia felicidad? El programa desarrolla tres etapas. La primera, define el yo básico, guía hacia el autodescubrimiento y los planes futuros, a partir de declarar valores, metas y fortalezas del carácter. La segunda, el yo que vive experiencias, abarca cómo uno experimenta el mundo exterior, sus sentimientos, incluyendo la conciencia (mindfulness), la autocompasión y el disfrute. La tercera etapa, el yo social, apunta a construir y mantener vínculos sociales saludables e involucrarse en conductas sociales.
Con el gran cantor de boleros en los años 50, Mario Arancibia, conversamos qué haríamos si tuviéramos que sobrevivir en una celda estrecha. “Yo me contaría cuentos”, me dijo. Escribía libretos para TV; vivió 88 años.