Cuando se abre una caja proveniente de Hocha, el más establecido y persistente restaurante taiwanés de la capital, no hay que extrañarse si asoma una ligera nota a canela y anís. No es que siempre se usen estas especias, parte del clásico mix de cinco de ellas (las otras son hinojo, pimienta y clavo), pero no es poco común que aparezcan en algún plato del pedido. En estos días difíciles, su cocina —con una amplia cuota de vocación callejera— es de aquellas que se adapta a la perfección al traslado y al confinamiento en potes (algunos de ellos —en este caso— con el dibujo de una niñita de moño y con su osito, muy kawaii).
Una de las razones que hacen amar a este lugar es que son el ejemplo de que la comida vegetariana o vegana puede no ser fome. Cuando se opta por un bao, ese pancito pálido y fantasmal de harina de arroz al vapor, el relleno clásico de chancho puede ser reemplazado por el de tofu estofado —hay otras opciones no cruentas— y el resultado es igual de agridulce/explosivo con sus pickles y su cilantro (a $6.990 el par). Así que el aliño sí importa, por lo que decantarse por sus platos veggies con proteína de soya, a la luz de lo probado, no es un riesgo. Es más: puede llegar a convencer al más parrillero.
En fin. Se pidieron dos tablas, la vegana ($13.390) y la vegetariana ($15.990). Abundantes. La primera con cubos de tofu frito —con algo de ensaladita de repollo y zanahoria—, camote frito —enviciante—, poroto verde ligeramente frito, gyozas fritas y arrollado frito y relleno de verdura, una felicidad para el que se ha privado de los primavera no veganos del restaurante chino de rigor. Y si bien suena a pesado tanto frito, la verdad es que no. La otra tabla considera champiñones Paris rebosados (y… fritos), bastones de mozzarella fritos, aros de cebolla, papas fritas y hash browns, esas maravillosas croquetas de papa rallada, fritas. Y lo que podría presagiarse como pesado del verbo, nuevamente sale impecable y cero aceitoso. Y para quien prefiera las gyozas más delicadas y de masa fina y al vapor, las ofrecen también (las estilo Taiwán de carne, oh).
Para reforzar el ala vegetariana de la mesa, se pidió una orden de tokan ($5.890), ese tofu deshidratado que gracias al guisado agridulce y con algo de cebollín y cilantro, deja en el olvido la proverbial neutralidad del insumo madre. Para el convencional, una orden de fish and chips (pescado y papas fritas, $6.890) y, para extrañar aún más una visita al local, su Kong babung ($7.990): una porción de arroz flanqueado por trozos de brócoli y repollo, con algo de salsa, y esos trozos de panceta guisada agridulce que son uno de los tantos platos que ha hecho de Hocha un imprescindible de la cocina oriental en Chile. Y con precios muy razonables.
www.hocha.cl