Episodio uno: al comenzar esta larga cuarentena (un 5 de mayo), unas pizzas solicitadas al restaurante La Fabbrica —ubicado en el sector Plaza Egaña— fueron recibidas en su destino apenas tibias (ricas, pero…). Como la responsabilidad era más atribuible al servicio de
delivery externo, el frío comentario posterior se circunscribió y quedó en la mesa comedor. Eran tiempos de franco ajuste y rodaje. Han pasado los días y hoy La Fabbrica, en conjunto con el restaurante Castillo Forestal, se han unido en una iniciativa en la que el frío sí ayuda: Petit Paris, un servicio de comidas congeladas a domicilio. Entonces, episodio dos: se les solicitó una combinación entre cocina francesa e italiana, la que aconteció con mejores y menos mejores resultados.
Para comenzar, una sopa sencilla y maravillosa: la vichyssoise, una combinación de puerro y papa ($3.900, dos porciones). En este caso, algo desvaída en su sabor y sin la nota láctea característica. Luego, lo mejor: dos presas de pollo arvejado ($3.900), impecables, jugosas, con sus verduritas de vivos colores. A la par, una porción doble de boeuf bourguignon ($12.900), con la carne blanda y buen sabor, pero que revelaba algún problema con un exceso de espesante, el que se intensificó al punto de ponerse grumoso al ser recalentado unas horas después. Algo semejante ocurrió con uno de los dos sobres de vichyssoise: se descongeló lentamente en la parte de abajo del refrigerador y, al ser calentado, no cuajó (a diferencia de la primera porción, que quedó perfecta al ir directamente al baño María en estado gélido).
En estos casos no se pidió acompañamiento, el que tampoco va incluido con los guisos (igual hay que cocinar algo, ¿no?, un arrocito, por ser).
Del ala italiana, dos porciones individuales de lasaña. Una boloñesa ($4.900) y una vegetariana ($4.500), correctas y algo escuetas en sus rellenos. Digamos que cuando el plato de pasta viene directo del fogón, se luce la pasta recién cocinada, pero cuando ha pasado por el frío, es otro el balance de prioridades en el plato. Les penó una mayor abundancia de sabor.
Al momento de los postres, una tristeza y una felicidad. Por un lado, el formato frasco en el que sirven los postres del Castillo Forestal, finalmente encontró su utilidad. Pero de la tarte citron ($3.200) lucían más las partes viscosas y relajantes posdescongelamiento, mas no las migas dulces —ya no crujientes— del fondo. Otro cuento fueron dos volcanes de chocolate ($6.500), los que quedaron perfectos después de ser calentados. O sea, resultó ser una preparación que se luce mucho más —y sin la clásica demora en el restaurante— tras su terminación posformato de
delivery congelado. Una sorpresa y un aprendizaje, partes de este proceso en el que estamos.
www.petit-paris.cl