Una de las tareas complejas y difíciles, pero a la vez más gratificantes para el ser humano, es la crianza de los hijos. Todo lo que los padres hagan por ellos muchas veces es considerado natural, porque no alcanzan a valorar lo mucho que los quieren y la inmensa dedicación que han tenido para que crezcan sanos, con valores y sean felices.
Una buena película que nos orienta en cómo una hija puede darle significado a lo que su madre hizo por ella antes de fallecer es “18 regalos”, de Francesco Amato, filmada en los maravillosos paisajes de Capriati San Gervasio, en el barrio industrial Crespi d'Adda en el norte de Italia. Este lugar fue decretado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco por mostrar el desarrollo industrial de Italia a fines del siglo XIX y comienzos del XX.
La película muestra a una familia de dos personas, padre e hija adolescente, a quien la madre durante su embarazo, antes de fallecer en el parto y conociendo su enfermedad mortal, compró 18 regalos para cada uno de los cumpleaños de su hija hasta la mayoría de edad. Hasta los 7 años su padre le contaba que su madre se los enviaba desde lejos, pero cuando supo la verdad, la preadolescente y luego adolescente se rebeló contra ello y nunca más los aceptó. Lo hermoso de la película es el reencuentro con su madre muerta en un período de inconsciencia, después de un accidente.
La película muestra la posibilidad que tienen todos los hijos de reencontrarse con sus padres en algún momento de su vida, a pesar de haber tenido un alejamiento emocional o desentendimiento, resignificando y dando valor a lo que los padres hicieron por ellos cuando ha existido un amor verdadero.
Los efectos dormidos en educación emocional son enormes y logran aparecer cuando a través de la empatía se produce un vínculo emocional que nos conecta con las necesidades y las intenciones del otro, lo que permite modificar el significado de la relación padres-hijos en cualquier etapa de la vida.
Aunque a veces la comunicación es especialmente difícil y conflictuada en la adolescencia, debemos tener esperanza de que lo sembrado con amor y ternura durante tantos años dará sus frutos y que los hijos podrán percibir cuánto amor había en el comportamiento de sus padres.