Los tiempos actuales pueden ser usados por muchos como excusa para justificar casi cualquier cosa. Y parece natural, porque se trata de tiempos verdaderamente aciagos y extraordinarios.
Es refrescante, alentador, reconfortante advertir que, con todo, hay quienes no han alterado, salvo en externalidades, lo que hacen y la calidad de ello. La pastelería y chocolatería Roggendorf es un ejemplo. Hemos visitado su local de Rosario Sur y el resultado ha sido espléndido.
No había todos los chocolates que normalmente se ofrecen, aunque sí había algunos, y tentadores. Por eso, nos concentramos en los pasteles, tortas y kúchenes. De estos, nos pareció novedoso y excelente el Bienenstich, que se aparta de lo que conocemos como kuchen en Chile: es un pastel estupendo, con capa de delgada masa abajo, relleno de crema pastelera, y con cubierta de almendras. Gran refinamiento, sin gota de ese exceso de azúcar y otras empalagosidades que plagan nuestra pastelería nacional (como el manjar blanco, que “bueno será, pero no tanto”). Igualmente magníficos fueron el kuchen de chocolate, el de frutos rojos y el streusel: ninguno de ellos cae en ese craso error chileno de pensar que lo esencial en un kuchen es una gruesa, sólida y a menudo insípida capa de maicena, en la cual vienen enterradas, como fósiles en placas tectónicas, algunas frutas variadas (por lo general, pocas). Absit! Una oferta interesante es la del kuchen surtido, compuesto por cuartos de varios kúchenes diferentes (debe encargárselo previamente).
Entre los pasteles probamos, en primer lugar, algunos rollos. Uno, de limón, nos pareció muy bueno, lo mismo que otro, de piña, con crema chantilly, y también uno de frambuesa, algo más flojo que los dos anteriores. Y catamos también un pastel moka (la crema moka tiende a volver, bendito sea el cielo), y otro “diplomático” de milhojas con frambuesa, cuya masa de hojaldre estaba perfecta.
Este local, siguiendo la costumbre que se ha impuesto por doquier en el mundo, ofrece también porciones de tortas, de las que pudimos apreciar la Roggendorf, de chocolate y mazapán, cuyo ganache de chocolate estaba aromatizada con coñac: muy rica y fina; una torta Amor, muy buena, otra de trufa, también de excelente calidad, y una de chocolate con avellanas. La torta Sacher, de la que probamos una de esas porciones triangulares, no es, propiamente, Sacher: la composición canónica de este clásico es sumamente clara, y la que comimos, era diferente, lo cual, sin embargo, no le quitó calidad: la comimos con gran agrado. Quizá habría, simplemente, que cambiarle el nombre sin cambiar la cosa misma.
En tiempos normales, Roggendorf ofrece café en sus mesitas, que ahora no se usan, y también galletas y algunas viennoiseries. La atención es amable, y cuenta con un par de estacionamientos propios, llenos los cuales hay que recurrir a las calles cercanas. Esta es una de las buenas pastelerías de Santiago, sumamente recomendable.
Rosario Sur 95, Las Condes.