“18 regalos”, ya en los créditos, utiliza una cámara adosada a un dron, el recurso de tantas películas y no digamos de series, como si ese punto de vista fuera la solución universal. ¿No se le ocurre nada a nadie? Pues bien, para eso está: hagámoslo con dron, donde las cosas se ven desde lo alto y desde lejos.
Es la historia de Elisa (Vittoria Puccini), propietaria de una agencia de empleos, que les ofrece a sus clientes manzanas fritas trozadas en redondel para endulzar la reunión, porque ese postre es su especialidad. La receta es cortar la fruta y untar cada aro en un batido de harina (s/p), leche, huevo, azúcar y quizás canela, que luego se fríen. No es gran cosa la preparación ni el postre, pero es coherente con el contexto: no se trata de una gran película.
Elisa, a poco andar, enferma de cáncer y muere en el parto de Anna (Benedetta Porcaroli), pero le deja escrito a su esposo, Alessio (Eduardo Leo), los regalos que debe entregarle cada 21 de agosto, a partir del 2002, que es cuando se celebran dos fechas: hace un año que nació la hija y hace un año que murió su madre.
Dicho así parece terrible y dramático, pero no es para tanto, porque Alessio, director técnico de pizarrón, transforma cada cumpleaños en una fiesta y así pasan los años hasta llegar a los 18: oso de peluche, bicicleta, piano, saco de dormir; y porque son regalos muy tradicionales o porque Alessio no la educó como correspondía, Anna es gruñona y caprichosa.
Y como el cine es mágico, es un decir, al poco rato viaja o sueña con el pasado, a mayo del 2001, y recala en la casa de sus padres, donde Elisa recién se enteró de la enfermedad y ahora se enfrenta a una desconocida que no es un cáncer, pero por Dios que se parece.
Y como el cine continúa con su magia —lo que es un decir que puede ser tan insoportable como Anna— finalmente habrá consuelo espiritual y humano para el reparto entero, incluido el entrenador Alessio.
Destaca entre los tres o cuatro finales consecutivos, el plano metafórico de una guagüita desnuda dentro de una piscina que asciende a la superficie. La animación digital, similar a la plasticina, habría confundido a Los Cazafantasmas, con malas noticias para la guagua, que en un plano superficial sería Anna, pero en el profundo es la vida misma.
El dron, al inicio de “18 regalos”, filma una población de casas idénticas y perfectas entre calles geométricas, como si descubriera un barrio idílico en un valle de ensueño.
Es Crespi d'Adda, sector de Capriate San Gervasio, entre Milán y Bérgamo, y ese barrio nació desde una industria textil que en el siglo XIX construyó una villa obrera para sus trabajadores. Y esa villa modelo, en el siglo XXI y en la actualidad, está catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Y así, el título de una antigua película italiana se convirtió en profecía: la clase obrera va al paraíso.
Todo esto, eso sí, es como se ve el mundo desde un dron.
“18 regali”. Italia, 2020. Director: Francesco Amato. Con: Vittoria Puccini, Benedetta Porcaroli, Edoardo Leo. 116 minutos. En Netflix.