Vivimos mi mujer y yo hasta ahora entretenidos, manteniendo el departamento, mirando el S. Cristóbal, huyendo del vecino con la tele a todo volumen, mirando a quienes salen a trazar círculos en el jardín.
Leemos mucho, nos comunicamos por videoconferencia, escuchamos música, aprendemos en teleseminarios, rezamos en internet; nos arreglamos sin mantener distancia. Verónica telefonea más que yo. Usamos guantes de goma y mascarillas para recibir las compras. Hacemos gimnasia mirando a un entrenador.
Imaginamos a quienes viven en sectores sin reclusión obligatoria, o en viviendas mínimas, sin trabajo ni dinero. Hambre.
Es una pandemia, y nos preocupan los neoyorquinos, los ecuatorianos, los peruanos, italianos, españoles, británicos, indios, los afganos, chadianos…
¿Y si nos contagiamos nosotros? Ella es tres años menor, ambos viejos con preexistencias, pero yo soy asmático, más en riesgo.
Vi al expresidente de Portugal, António Ramalho Eanes, de 85 años, declarar que si él se enfermaba, no aceptaría un respirador que un hombre joven pudiere ocupar. ¿Qué haría yo?
Leo las indicaciones éticas: los servicios de salud deben atender a cada uno en su singularidad, independientemente de su raza, género, edad, condición socioeconómica. Y si hay que elegir entre dos para darle un recurso escaso, como un respirador, lo recibe quien tenga más posibilidades de salvarse.
Conversamos qué haríamos si uno se contagiara. Separaríamos espacios, loza, cubiertos, teclado. Yo he pensado cómo cuidarla. Estaría pendiente de su respiración, porque el virus quiere ahogar. Sé donde llevarla si empeora.
¿Y si me muero o ella fallece? No tenemos ni testamento. Solo tengo pagado mi ataúd en Prever y mi papá me dejó espacio en su sepultura. Mi nieta Alejandra me pidió heredar mi cámara Nikon.
Ojalá mi funeral no contagie a nadie. Mis hijos e hijas cuidarán de Verónica. Ni idea qué ocurrirá con los libros, los kárdex, las grabaciones, los discos duros.
Y si sobrevivimos a este frenazo (porque “recesión” se queda corto), ¿botaremos esta crisis a la basura?
Me entusiasmé con una conferencia en el Instituto de la Tierra de la U. de Columbia en N. York, sobre la economía ecológica (https://bit.ly/3bMjb9R). Conversaron con el periodista Andrew Revkin, el economista Dr. Herman Daly (85) desde EE.UU., y la Dra. Kate Raworth (50) desde Oxford, Reino Unido, donde enseña economía desde hace 20 años.
Las crisis –dijeron– nos ayudan a tomar conciencia de nuestros vacíos y son la oportunidad para pensar el mundo.
Daly refrescó la historia de la economía, que en su origen respetaba valores; acepta la teoría económica que se enseña hoy, pero dice que “si vas cayendo de un avión, necesitas un paracaídas, no un altímetro”. A los modelos siempre les sobrevienen desastres.
Kate alerta contra volver a “los negocios como estaban”, y muestra un diseño económico resiliente cuyo principal valor no es el crecer, sino que el bienestar global… y en la naturaleza.
De a dos, nos adaptaremos mejor.