Esta es la primera película de Francesco Lettieri, que previamente dirigió videos del cantante urbano Liberato, que tiene en sus letras a Nápoles, también al equipo de la ciudad y un motivo son las barras bravas o esas pandillas masculinas en pie de guerra contra los rivales y la policía, cuyo origen, en “Ultras”, se remonta a un grupo antiguo denominado Apache.
Lettieri, al comienzo y después de una panorámica por la bahía de Puzzoli, llega sin cortes a la espalda de Sandro (Aniello Arena), avanza entre un grupo que lo saluda con admiración y después una larga caminata se detiene frente a las puertas de una capilla, y cuando salen los recién casados estallan las pancartas y arengas, porque uno de los suyos se casa y ellos celebran. Y la cámara se va con la ida de Sandro, también llamado el Mohicano, y termina un plano secuencia de tres minutos y algo.
“Ultras”, en ocasiones, tiene estos momentos, en los que la belleza de lo antiguo, su arquitectura, los vestigios y el pasado cultural son los escenarios mudos donde habitan los protagonistas: gente bruta y envuelta en la marihuana, sin más norte que lo tribal y violento, la comunicación es con gritos y cánticos, y su única construcción son carteles mal hechos.
Valgan otros ejemplos: hay un plano nocturno y solemne de la ciudad envuelta en fuegos artificiales o está el descubrimiento de un lienzo entre ruinas enterradas, para que luego la cámara cobre altura y entonces los pelafustanes, en la inmensidad enterrada, apenas se divisan.
Esos momentos son escasísimos, pero dan cuenta de una intención frustrada, porque “Ultras” es incapaz de sostener esas imágenes, que acaso no son más que casualidades en una narración y película finalmente planas, pero al menos se divisa ese sustrato italiano e indivisible en el que coexisten la gran belleza con la peor monstruosidad.
En “Ultras” hay tres generaciones de barras bravas: los históricos liderados por Sandro y los veteranos, que crearon el logo con el rostro del indígena al centro y la frase que lo rodea: “Espíritu salvaje”; luego vienen los que les pisan los talones, en apariencia y en principio, más violentos y combativos, y los jóvenes liderados por Angelo (Ciro Nacca), que oscilan entre la lealtad por los viejos y el deseo de escribir su propia y pequeña historia, y azotar a los de Brescia y asustar a los de Roma.
“Ultras” se queda en la vulgar descripción de los miembros de las barras, como si no fuera capaz de nada más: reitera tatuajes, cánticos de nuevo, reuniones gritonas, bravatas al por mayor y tensas decisiones grupales sobre ir o no a un partido o pintar o no un lienzo.
La película no se asoma a las ideologías de las tribus y a su componente criminal, tampoco a las deformidades que provoca el fútbol y apenas roza el engranaje vital de cualquier barra brava: la condición patética y desgraciada de tantos integrantes.
“Ultras”. Italia, 2020. Director: Francesco Lettieri. Con: Aniello Arena, Ciro Nacca, Antonio Truppo. 108 minutos. En Netflix.