Como tantos, releí “La peste” de Albert Camus.
Uno la busca en Amazon y aparecen 10
6 ítems. ¡Revuelve tanta juguera del alma!
“…aquellos que ahora saben que si hubiera una sola cosa que siempre se puede anhelar y, a veces, conseguir, es el amor humano”, escribe al final.
Abiertas las puertas de Oran, la ciudad en cuarentena total, los sobrevivientes, encerrados por meses, corren a encontrarse con los suyos. Fusión: a veces consiguen el amor.
Expertos buscan las analogías, las metáforas, los símbolos que aparecen. Relacionan a Camus con los existencialistas.
No me importan.
Me tocan los personajes, sus sentimientos, sus miedos, su apariencia física, sus manos, su pelo, su atuendo. Me suspende el proceso de cada cual mientras transcurren los días de cuarentena sin que el fin se adivine.
Camus fue periodista. Describe.
Tantos estamos recluidos, en ocio. Los artistas crean, acicateados por las circunstancias, poemas, música, gráfica, objetos. Pero, y nosotros, ¿no podremos hacer presente nuestro palpitar ahora?
Churchill pintaba. También Hitler. Vicente Huidobro escribió para injertar vida pública y poesía. Tras sus puertas, se les aparecía un rincón interior, abrían sus ojos de otra forma.
Los Prisioneros, cuando sacaron “La voz de los ochenta”, unieron flujo social y las finas hipnosis de la música.
¿Y ahora?
Leí el manual “Planificación de una novela”, en el que Jean Larser dice que para escribir (o pintar o componer), lo clave es fijarse un horario estricto.
Y ahora, con tiempo, ¿no podríamos separar unas horas y un lugar para expresarnos en lo profundo, en lo superficial, o en lo ridículo?
Los historiadores y periodistas comunicarán esta peste que vivimos. Pero se necesitará una imagen, como la “Guernica” de Picasso, que congele las vivencias. Y toque.
Una auxiliar de hospital, captando a los pacientes con la cámara de su teléfono; una tela pintando el gozo ante la recuperación; una melodía de niños y niñas descubriendo cómo entretenerse con poco…
Netflix, YouTube, Facebook han casi duplicado su público en estos días. La pasividad de los hipnotizados los favorece. YouTube y Netflix, en EE.UU., Chile y otros países, decidieron reducir la calidad de las imágenes para permitir más tráfico por la atochada banda ancha. Son estrategias de los más activos para emborrachar nuestra pasividad.
Pero, en este rincón tras la puerta, en ese horario fijado: podemos nosotros crear. Desde lo que nos hace vivir.
Nicanor Parra escribió un antipoema inspirado en la cueca: “Página en blanco: ¡voy a ella!”. A veces, la tela vacía nos tortura, la hoja sobre el escritorio no quiere ser manchada.
Pero este es tiempo de pintar: ¡están Photoshop, Painter y tantos otros programas! O es tiempo de escribir… y ojalá con pluma sobre papel. O de armar una canción, tal vez con Garage Band.
Resultará un objeto clave, espejo del autor o de la autora y su presente. Como “Guernica” de Picasso, o “Los fusilados del 3 de mayo”, de Goya, o como “América empieza ahora” de Guillermo Núñez (1963), con los coronavirus profetizados.
Adelante, es nuestro tiempo.