Bien y mal con este local. Tras dos visitas, la última la semana pasada, quedó en claro que se cocina bien en este debutante del Patio del sol, pero al pedir de su carta nueva, la experiencia fue de comedia (para el que lea, no para uno, ojo). Y esto partió así: se pidieron unas pizzas fritas —algo poco común, esta cosa napolitana—, pero la freidora no estaba operativa, comentaron; después fue el turno de una ensalada de burrata —ay, ese queso cremosísimo—, rúcula y tomate cherry ($5.990), pero no eran habidos los piñones que aparecían en la carta (el chef mandó la advertencia, eso sí). Al momento de los postres, se preguntó por el tiramisú y la panacota, pero no tenían. Tampoco helado. Y para terminar, el expreso fue sin cortar, porque… ¿leche? Tampoco.
Y están abiertos desde enero.
En una primera visita, en un fin de semana, la atención osciló entre eficiente y dispersa. Fueron dos pizzas de gran tamaño (sugerencia como para tres personas con harta hambre), de masa delgada impecable, aparte de la cantidad de queso justa y equilibrada. Una medio agridulce sin ser cargante, de cebolla y gorgonzola ($8.990) y otra más clásica de prosciutto y champiñón ($9.990). Todo OK, en sus tiempos, pero cuando se retiran los platos vacíos, uno espera que ofrezcan postre o café, ¿no? Pues no. Hubo que aletear un rato —y con el local casi vacío— para que hicieran patente que lo único dulce disponible era pizza con Nutella.
Esto fue con la carta del rodaje. Después fue el turno de solicitar de otra, la nueva, más extensa y atractiva (en el papel no más).
En la segunda patita, la ensalada estaba maravillosa. Y en su precio, considerando un insumo caro como la burrata. Y es que se nota la calidad de los ingredientes (cuando los tienen, eso sí), como ocurrió con la pizza Margherita ($6.990), con su justa albahaca y abundante mozzarella de calidad (no esos experimentos estilo trupán lácteo que se pueden encontrar en el super).
Entonces, lo esencial está muy bien. Pero, parafraseando al zorro de “El Principito”, eso es invisible para los ojos. Más aún cuando no tienen ni cómo cortar el café.
Santa Magdalena 140, local 11, Providencia.