La base literaria de esta película es una trilogía policial cuyas ventas superaron el millón de ejemplares y su autora, Eva García Sáenz de Urturi, sitúa la acción en el lugar donde nació y eso es lo que la película mejor captura: Vitoria, capital de Álava, cuyo ayuntamiento y oficina de difusión y turismo, seguramente quedaron encantados y con razón, por la forma de filmar la catedral de Santa María, la plaza de la Virgen Blanca y el chupinazo, la procesión de los faroles y las mejores calles del casco histórico, tanto de noche como de día.
El resto es un thriller de Daniel Calparsoro, director de “Cien años de perdón” (2016) y “El aviso” (2018), con algunos de los componentes tópicos y habituales del género: asesinatos en serie, rituales y con ritmo en el tiempo; un policía, Unai (Javier Rey), obsesionado y más bien dañado por la búsqueda; y un escritor acusado y encarcelado por los crímenes, Tasio Ortiz de Zárate (Alex Brendemühl), que podría ser el maestro de un aprendiz que retomó los crímenes, y Unai, por cierto, está peor que nunca: insomne, malhumorado y despistado.
Unai nunca duda de su vocación por la Ertzaintza, la policía autonómica del País Vasco, pero este dato inexplorado, que es más bien para comedia y no para un thriller, está en el centro de un personaje que no acierta a una y sus conclusiones son deplorables. Carece de olfato y la intuición, si alguna vez la tuvo, la perdió. Los recursos de la pesquisa científica no están en sus estrechos dominios y desconoce el método, ya no el policial, sino el concepto: método.
Unai, que debería estar en el podio de los policías inconcebibles, para despejar esa mente investigativa siempre nublada, corre por la noche de Vitoria y sus callejuelas, y la casualidad es que su nueva jefa, Alba (Belén Rueda), comparte el hábito deportivo y el gusto por el deporte nocturno.
Al poco tiempo compartirán más cosas y el personaje de la actriz, ya por los 55 años, acaso no tiene el vigor de “El orfanato” (2007) o “El cuerpo” (2012), pero con la energía que mantiene le basta y sobra, pese a que el caso vive debajo de sus narices y nunca se entera, quizás porque lo comenta con Unai, y Unai, qué le han dicho, dice lo que piensa: “¡Cada vez estamos más cerca!”.
En realidad está más lejos que nunca y apenas faltan 20 minutos de película, así que su jefa, simplemente no aguanta: “¿Más cerca de qué?”.
Unai, que anda de estupefacto por la vida, queda sin habla.
En una de las siguientes secuencias y sobre una mesa de pimpón, nótese, extiende fotos, recortes, algún gráfico chueco y entonces, con desesperación y tiza blanca, escribe sobre la mesa: “Qué”. Y furioso lanza la tiza contra la pared.
No solo es el qué, lo que no sabe, es el cuándo, el por qué, el quién y también dónde.
El personaje de Unai está de los primeros en la hipotética lista de los policías inútiles que en el cine han sido. Está esa curiosidad y antes el esplendor de Vitoria. No hay más en “El silencio de la ciudad blanca”.
España, 2019. Director: Daniel Calparsoro. Con: Javier Rey, Belén Rueda, Aura Garrido. 115 minutos. En Netflix.