¿Te imaginas lo que se come a orillas del Nilo? No se asocia fácilmente al Nilo con lo árabe, sino con lo faraónico. Y de la cocina egipcia se sabe poco en estas latitudes: se conoce la afición faraónica por las lentejas, y tienen fama las cebollas egipcias, particularmente buenas y suaves (¿serán como las peruanas?). Y eso sería.
Por eso, apenas nos enteramos de que había en Santiago comida egipcia, corrimos a probarla. Se trata básicamente, como era de esperarse, de cocina árabe, pero con notables peculiaridades que vuelven muy interesante (y rewarding, como decimos los “ingleses de Sudamérica”) la visita a Cairo Cocina: son variaciones regionales de la árabe, pero con rasgos bien propios (es el mismo caso de la cocina sudamericana, de un mismo genotipo, pero con fenotipos tan diferentes como la cocina peruana, o la ecuatoriana, o la chilena). Entre estos está el uso predominante de ciertas especias como el comino y la semilla de cilantro, que individualizan a sus platos. De hecho, partimos con una musaka ($6.200), que no tiene nada que ver con la turca o con la griega (cuya versión se ofrece en solo un restorán de Valparaíso), que consiste en una especie de lasaña de berenjenas. Aquí, en cambio, el plato es un guisado de berenjenas, cebollas y tomates cuyo aroma lo deja a uno, inicialmente, perplejo, pero va luego conquistándolo: reconocimos en él los antedichos comino y cilantro, pero también algo semejante al romero. Muy suave, muy rico.
Las hojas de parra, rellenas con arroz, sin carne, nos parecieron muy blandas y sabrosas, considerablemente más limonosas (o ácidas) que las que se encuentra en otras partes: otro rasgo propio de esta cocina. Y, como parte del abundante picoteo inicial, probamos el hummus ($2.950, porción de 220 gramos), sazonado con poco limón y apenas algo de ajo (¿adaptación al gusto antiguo chileno?), que acompañamos con un deliciosísimo pan ácimo, delgado como panqueque, que se empieza a comer y no hay cómo parar. El babaganush ($3.200, porción de 220 gramos), ese famoso puré de berenjenas con tahine, aceite de oliva, algo de ajo, fue suavísimo, golosísimo.
Y terminamos con el koshari ($5.600), extraordinario plato típico del Medio Oriente, conocido a veces como “plato de fin de mes” (como los ñoquis en Argentina) o de “lo que va quedando en la despensa”: está compuesto de tres tipos de pasta diferentes, más garbanzos, lentejas y tomates. Con su sazón egipcia, la que le describíamos antes, resulta verdaderamente muy atractivo (si es que gusta Ud. de las leguminosas y pastas, mezcla típicamente mediterránea).
Los dulces árabes tienen algunas pequeñas variaciones, pero son perfectamente reconocibles. Excelente café.
Hay también falafel y el resto de la oferta corriente en lugares del Medio Oriente. Al debe: mesas altísimas, con sus altísimos pisos (incómodos); repensar ese amueblamiento. Y la carta, demasiado breve. No hay licencia de alcoholes.
General Flores 84, Providencia.