Astronomy & Astrophysics, revista clave, publicará un trabajo que le pone paños tibios a quienes, como yo, andábamos calientes, histéricos, porque el innovador y magnate Elon Musk y otros ensucian con satélites la observación astronómica.
Dos astrónomos del Observatorio Astronómico Sur —que en Chile maneja los observatorios de La Silla, Paranal, y ALMA—, Olivier Hainaut y Andrew Williams, calcularon la probable suciedad celeste.
Estas mallas de satélites proveerán comunicaciones (internet, incluida) sin intermediarios a cualquier celular en cualquier sitio.
Elon Musk lanzó sus primeros satélites Starlink en mayo y, hace tres semanas, lanzó 60 más (ver http://bit.ly/3ctrNDz). El miércoles completará 300 satélites operativos orbitando a 550 km sobre nosotros. Considera establecer una malla con 11.918 artefactos en órbita.
El trabajo para Astronomy & Astrophysics consideró 17 constelaciones más, como las de Amazon, OneWeb y Samsung (4.700 satélites).
¡Más de 26 mil objetos complicarán la observación del universo! (http://bit.ly/2TKFtS9).
Olivier Hainaut me advirtió que no querían insinuar una catástrofe, sino atenerse a la matemática. Calcularon un tamaño (1 metro de radio) y peso (550 kg) estándar para cada satélite; supusieron que orbitarían de modo uniforme, y advirtieron que sus resultados eran probabilidades.
¿Cuánto podrán estos objetos “mosquear” la observación?
Brillarán más al crepúsculo y al alba, cuando los rayos solares les den de lado. Un observatorio tendrá a la vista unos 1.600 satélites al comienzo del crepúsculo, para disminuir a 1.100 al final. De noche, desaparecen y la observación se normaliza.
Así, al atardecer y al alba, en exposiciones fotográficas cercanas a un segundo, “las observaciones prácticamente no serán afectadas”. Ya es más grave con exposiciones de 100 segundos. Y en el caso de fotos de mil segundos, se arruinaría un 3% de las imágenes.
La amenaza grave es a observatorios como el Vera Rubin, en construcción en el cerro Pachón (en Coquimbo), con un espejo de 8 metros, y la mayor cámara digital astronómica de la historia. Cada tres noches espera fotografiar todo el cielo, por 10 años. El brillo de un satélite al crepúsculo saturaría la cámara, estropeándola. Se perderá un 40% el tiempo de observación al alba y el crepúsculo. Le irá fantástico solo durante las noches de invierno.
Los astrónomos concluyen: “La colaboración entre la comunidad astronómica, las empresas de satélites, y las agencias gubernamentales son críticas para minimizar y mitigar el efecto (de los satélites) en las observaciones astronómicas”.
El embajador Raimundo González, profesor de derecho espacial, ratifica que la diplomacia y el derecho abordan el tema pero, la tecnología se adelanta. Cita el Instituto Internacional de Derecho Espacial convocante a un congreso sobre el tema en Holanda. Y enumera los organismos internacionales que regulan el espacio.
Pero, a veces, ciertos avances desplazan —por un tiempo— el Derecho.