Me impresiona Ana Frank, víctima nazi, que anota en su “Diario”: “pese a todo, sigo creyendo que los seres humanos son buenos”.
La doctora Ruth Feldman explicó por qué los humanos somos innatamente altruistas. Enseña neurociencia del desarrollo en el Centro interdisciplinario Herzliya, en Israel. Habló en la reunión anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, en Seattle, el 15 de febrero pasado.
Si quisiera comprobar el sentimiento altruista innato de su guagua o infante que no tenga más de 2 años, puede seguir sus instrucciones:
Tenga preparado un lugar donde pueda acostar a la criatura detrás de una barrera de unos 80 cm.
Cuando a su hijo o hija le toque su comida, llévelo sin muchos arrumacos al lugar preparado anteriormente.
Acuéstelo y desaparezca; puede seguir observando fuera de cámara.
Otra persona, no muy conocida del niño o niña, se instala tras la barrera que la separa del hambriento. Le ofrece un alimento que le guste: un grano de uva, por ejemplo. Y lo deja caer; de seguro, el niño o niña lo cogerá.
Cuando el bebé esté por llevarse el alimento a la boca, la persona debe estirar la mano como un mendigo y pedírselo.
La Dra. Feldman vio a las criaturas dudar, pero al final entregar el bocado. Concluye: los humanos nacemos altruistas.
Los otros mamíferos, dice, carecen de conductas altruistas, no ayudan a otros a costa de un bien para sí. Los humanos, incluso durante hambrunas, comparten alimento con extraños, con niños, con otros.
Estudiando guaguas en incubadoras que logran verse recíprocamente, ubicó las áreas del cerebro que se activan cuando se las acaricia. Luego, comprobó que una guagua que solo mira cuando la otra guagua recibe caricias, activa la misma área de su cerebro, como si ella fuera la acariciada. Son las neuronas espejo: la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar de otro, es innata.
La Dra. Feldman aboga por el contacto del recién nacido con su madre y su padre. Siguió durante 20 años a guaguas acariciadas y las comparó con guaguas que habían permanecido en incubadoras sin ser tocadas
Las del grupo de las acariciadas desarrollaron vidas más equilibradas, abiertas, averiguadoras que las vidas de los solitarios.
En su sitio web https://ruthfeldmanlab.com/ ella muestra sus cinco áreas de estudio: El nacimiento prematuro y el rol del tocar, la neurobiología del apego humano, la depresión maternal y su impacto en el largo plazo… pero a mí me interesó “La neurociencia de la empatía y los conflictos entre grupos”.
Por más de 20 años ha observado el conflicto palestino–israelí. Desarrolló una experiencia para adolescentes de ambos grupos, “Herramientas para el diálogo”, que dura ocho semanas.
La vivencia cambió sus actitudes hacia el conflicto, su conducta social hacia grupos externos, su producción de oxitocina y cortisol, y lograron comprender las bases neuronales de la empatía y el prejuicio.
Conocí a una científica esperanzada.