La muerte de personas queridas afecta severamente a los niños. Deben procesar el concepto más doloroso: que quienes se fueron no volverán a estar físicamente con nosotros.
Con el tiempo, niños y adultos vamos recuperando el valor de las experiencias vividas y de los recuerdos. Pero la muerte de alguien significativo divide la vida en un antes y un después. Desde muy pequeños, los niños son capaces de verbalizar expresiones como “cuando mi papá estaba vivo” o “antes que la mamá se muriera”. Otros lo verbalizan de forma más sutil: “cuando vivíamos con el papá”, o “cuando fuimos con el abuelo”.
Los ritos funerarios ayudan a elaborar los duelos y recuperar el significado que esas personas tuvieron en la existencia de cada cual. Son importantes los álbumes de fotos que registran acontecimientos cargados de significado y recuperan la presencia invisible de nuestros seres queridos.
La comprensión de los niños es gradual. Antes de los dos años y medio no tienen un nivel de desarrollo de pensamiento y de lenguaje que les permita darse cuenta de lo que significa. Intuitivamente captan los cambios que se producen a su alrededor, pero hay niños de dos años que perciben la ausencia. Abren la puerta de la habitación de la persona que murió y dicen “no está”, con aire interrogativo.
Aquí solo cabe abrazarlos y darles la explicación que se adecue a las creencias familiares. Como “se fue al cielo”, quizás la más recurrente porque calma a los niños. En lo posible, mantenga las rutinas de los niños; anímelos a jugar y a estar con otros niños.
De los dos años y medio hasta los cinco años, no se plantean la muerte como irreversible. Buscan formas de comunicarse con quien se murió a través de cartas y dibujos. A veces se enojan porque no vuelve y se preguntan si lo volverán a ver. Les cuesta entender la diferencia entre cuerpo y alma. Se preguntan si los miran.
Es fundamental darles espacio para que pregunten y contestar lo más honestamente que sea posible. La mejor medicina es jugar y compartir con otros niños.
Lo que más tranquiliza al niño es el afecto de las personas que son sus figuras de apego, expresado en un gran abrazo.