En enero de este año murió Roger Scruton, un coloso de la filosofía inglesa. Partió a los 75 años. Y en noviembre del año pasado nos dejó Juan de Dios Vial a los 95 años. Pese a algunas diferencias, ambos filósofos comparten similitudes que vale la pena recordar.
Juan de Dios Vial estudió derecho en la Universidad Católica. Partió ejerciendo la profesión a regañadientes. Se esperaba que fuera un gran abogado, que hiciera carrera, pero su pasión era la filosofía. Se arrancaba en la tarde a estudiar “esas cosas raras” a la Universidad de Chile. Fue, en cierto sentido, un autodidacta. Un hombre que nació con y vivió por el amor al saber.
Scruton estudió matemáticas y física en Cambridge, pero rápidamente cambió las ciencias duras por la filosofía. Su otro gran cambio intelectual se produjo en París, durante las protestas estudiantiles de mayo de 1968. Observando la destrucción y la violencia, sintió rabia. Se desilusionó de sus amigos marxistas. Y también de sí mismo. Desde entonces se dedicó a defender la civilización occidental como un orgulloso pensador conservador.
Boris Johnson, que todavía puede recitar con gracia y soltura un pasaje de la Ilíada en griego clásico, escribió: “Hemos perdido al más importante pensador conservador, que no solo tenía las agallas para decir lo que pensaba, sino que lo decía maravillosamente”. Scruton nos deja su clásico “The Meaning of Conservatism” (1980) y una serie de otros libros, algunos recientemente traducidos por la Fundación para el Progreso. Juan de Dios Vial publicó más de diez libros.
Justo antes de morir, Juan de Dios Vial había enviado una carta a “El Mercurio” reflexionando sobre la violencia. Fue publicada de manera póstuma. Con su maravillosa y aguda pluma, finaliza con un llamado a superar la crisis a través de “la buena educación, una sólida cultura moral, capaz no solo de levantar el ánimo, sino de proporcionar una vida buena”. El ideal de la vida buena —esa esquiva eudaimonia aristotélica— es ciertamente una tarea en la que hemos fallado como país.
Antes de morir, Roger Scruton escribió para The Spectator un hermoso balance de lo que había sido su año 2019, repasando con simpleza y sutil ironía los hitos de cada mes. Parte recordando su destitución de la presidencia de la comisión gubernamental Building Better, Building Beautiful. Fue desvinculado de este cargo público por una entrevista que dio a la legendaria revista política y cultural de izquierda New Statesman. Para Scruton, fue un episodio triste. Sufrió una de esas “funas” políticas a las cuales nos hemos ido acostumbrando. Fue víctima de una tergiversación editorial y de una campaña de “troleo” que llevó incluso a su querido Partido Conservador a sacrificarlo. Una vez que apareció la grabación con todo lo que dijo, New Statesman le pidió disculpas públicas. Scruton se queja y ríe al mismo tiempo por haber sufrido la “gran inquisición de las redes sociales”, concluyendo que “solo espera que durante el año 2020 encuentren otro blanco”. Y termina sus recuerdos de diciembre del 2019 con la siguiente frase: “acercándose a la muerte uno empieza a entender la vida, y lo que significa la gratitud”.
Ambos pensadores reaccionaron ante la violencia. Ambos se opusieron al marxismo y al engaño de la promesa socialista. Ambos nos dejan ese modelo de pensamiento ilustrado conservador, un pensamiento que en Chile ha ido renaciendo a través de nuevas figuras intelectuales. Ambos representan ese carácter aristocrático en el más amplio sentido etimológico de la palabra areté. Ambos reflejan ese verdadero ideal de la dignidad. Pero lo más importante es que ambos vivieron la filosofía como una vida buena. Y dejaron este mundo de la mejor forma: agradecidos.