Es tentador concluir que, dada la tasa de desempleo de noviembre (una décima superior a la del año anterior y una décima inferior respecto del mes previo), el mercado laboral no se verá afectado con lo sucedido desde el 18/O. Conocidas las cifras, el diputado Raúl Soto tuitió “[el] impacto del estallido social en el empleo no fue tal”.
¿Es correcta la conclusión del diputado? Lamentablemente, no. Si consideramos la caída de la actividad económica y sus pobres perspectivas, hay buenas razones para pensar que la tasa de desempleo aumentará significativamente en los próximos meses.
Y esto tendrá fuertes repercusiones en la dinámica política. Mientras el PIB se percibe como una cifra lejana, el desempleo se experimenta directamente o a través de conocidos.
Hay dos canales —márgenes de ajuste, dicen los economistas—, que modifican el nivel de empleo. El primero es la destrucción de puestos de trabajo que ya existían. Esto puede suceder porque el trabajador decide terminar la relación laboral o porque la empresa necesita hacerlo. En un mes cualquiera en Chile se terminan, por cualquier causa, en torno a 6% de los empleos asalariados en términos brutos (“Mercado laboral: hechos estilizados e implicancias macroeconómicas”, BCCh, 2018).
En las últimas semanas se ha informado profusamente del aumento del número de despidos por “necesidad de la empresa”. Los registros de la Dirección del Trabajo muestran que en diciembre hubo 102 mil desvinculaciones de este tipo, más del doble que un año atrás. El aumento por esta causal representa el 1% del total de empleos asalariados.
El segundo margen es el de la creación de nuevos puestos de trabajo. En un mes cualquiera se “emparejan” muchas personas y empresas; un poco más de 6% de los empleos son nuevos. Obviamente, para que el empleo total aumente, este margen debe ser mayor que el de destrucción de parejas.
¿Por qué importa la disquisición anterior? El estudio del Banco Central señala que en la recesión de 2009, la tasa de creación cayó 1,2 puntos, mientras que la destrucción se aceleró solo marginalmente 0,2 puntos en la peor parte del ciclo y después disminuyó (por una baja de renuncias). Fue el menor ritmo de creación de nuevos empleos lo que más explica por qué aumentó el desempleo.
Más en general, el estudio del BCCh revela que el comportamiento cíclico del empleo depende, fundamentalmente, de cambios en el ritmo de creación de nuevos puestos de trabajo. En otras palabras, más que la destrucción de empleos, lo que debe ocuparnos es la falta de creación de nuevos empleos.
Del margen de creación sabemos relativamente poco, aunque la encuesta de confianza empresarial IMCE aporta algunas pistas. Entre sus preguntas hay una sobre la perspectiva de contratación de empleo a nivel de la firma. Desgraciadamente, en diciembre fueron las peores desde 2003, cuando comenzó esta medición.
Por su parte, la experiencia indica que hay rezagos importantes en la reacción de la tasa de desempleo a una fluctuación de la actividad. De hecho, en recesiones anteriores el aumento de la tasa de desempleo continuó varios meses después de que el nivel de actividad se había estabilizado.
Por ejemplo, durante la crisis asiática (de 1998), el nivel del Imacec no minero disminuyó entre septiembre y diciembre. La tasa de desempleo, en cambio, aumentó entre octubre y septiembre del año siguiente. Durante la crisis global (de 2009), la actividad cayó notoriamente entre septiembre y diciembre del año previo y, muy poco más, después. La tasa de desempleo subió gradualmente hasta julio.
Por lo tanto, no debe sorprender que el desempleo demore en responder en el ciclo actual. Será la reducción en la creación de empleos el margen que lo explique.
Al efecto rezagado de la menor actividad económica, hay que sumar el impacto de los aumentos de costos por mayores cotizaciones previsionales y por la probable reducción del número de horas de trabajo semanal. En la medida que se legislen márgenes de gradualidad y flexibilidad, los efectos podrían moderarse. Sin embargo, no desaparecerán.
En definitiva, respecto del mercado laboral, queda bastante para que haya pasado lo peor.
Hay quienes dudan respecto de la capacidad de la encuesta de empleo del INE para reflejar certeramente la realidad del mercado del trabajo. Pero la pregunta central, más allá de asuntos de medición, es cómo cambiará la discusión política con mayor desempleo e inseguridad económica. ¿Escalarán las demandas sociales y se radicalizará aún más el debate?, ¿o se exigirá más diálogo y acuerdos en un cuadro de moderación?
Dependiendo de la respuesta, viviremos dinámicas económicas muy diferentes, que podrán ir, en el peor de los casos, a un espiral de deterioro persistente y en el mejor, al mal recuerdo de un bajón económico temporal. Es una buena pregunta para su sociólogo preferido. Los que he consultado se inclinan por demandas más atemperadas. Ojalá tengan razón.
Rodrigo Valdés
Escuela de Gobierno UC