Previendo el diluvio de veraneantes que llegará a Maitencillo, extremo norte de la Región de Valparaíso, nos hemos dedicado a catar por Usía los nuevos restoranes.
Hemos visitado El Farito, animados por la gran calidad culinaria que empieza a advertirse en algunos mesones de esta zona. Este lugar, que ofrece música en vivo a partir de las 10 de la noche y tiene un bar bien nutrido, está ubicado prácticamente en la playa, con piso de arena. Por ello no hay aquí mesas cojas, lo que es una ventaja, pero si a Usía le molesta que la arena se le meta en los zapatos, téngalo presente.
Nos informaron que, por problemas de suministro de pescados, ese día no había ni un solo cebiche. Bueno, se entiende. Pero había otros platos con pescado, que quizá o era congelado o no era fresco del día. Si a Usía no le importa, no pasa nada. A nosotros no nos importó mucho porque, en el cuadro general, ello no tuvo gran peso.
Partimos con un plato de “picoteo” que fue lo mejor del almuerzo: 10 camarones simple, pero perfectamente apanados y fritos ($7.600), con unos pocillos de alguna prescindible salsita agridulce. El otro picoteo fue un “piqueo a la limeña” ($9.600), compuesto de trocitos de pollo y camarones en una salsa picosita más thai que limeña, con un dejo ligeramente amargo y unos chips aceitosos de papas y otros tubérculos (ricos los de betarraga, los únicos secos).
De los fondos, diremos que el risotto Bucanieri ($12.900), de calamares con tinta de calamar, llegó como acompañamiento de un trozo de reineta apanada y frita (buen apanado, que parece ser una de las gracias de la cocinera). Como risotto no estuvo bien logrado: el risotto debe conservar el recuerdo ácido del vino, que es ingrediente fundamental, acentuado por el del queso parmesano, igualmente fundamental. Aquí, el risotto carecía de vigor: resultó mustio, tristón, sin carácter (si hay algo que un risotto, cuya base es el insípido arroz, debe tener es carácter). Y la paila marina fue de las más desabridas de que tengamos recuerdo: nos causó la impresión de que se había preparado un caldo con cebollas y que gran parte de los mariscos se coció aparte y se le añadió después, porque el bebedizo carecía de los aromas y sabores marinos que son su mérito (cuando lo tiene). Machas, almejas, choritos, unos baby camaroncitos (daba pena comerlos), y un trozo de congrio, que es el más desabrido de todos los pescados puestos en sopa. Para ser plato popular, ¡qué falta de sabrosura y picardía!
Tres o cuatro postres adocenados.
Este borde costero exige más cultura marina y, en todo caso, más sabor, más chispa, más intensidad. Preciosa vista. Con esa ubicación, esfuércense y refinen la cocina. ¡Cuánto se goza comiendo y mirando bonito! Se nota entusiasmo: aprovéchenlo. También hay sándwiches. Atención rápida.
Avda. del Mar 2205, Maitencillo.