Me sorprende cómo a pesar de la frecuencia con que las personas reconocemos estar agotadas y no poder dar más, no somos capaces de poner en marcha la estrategia más fundamental para descansar y recuperar energía, que es hacer una breve pausa, tomar un recreo, dormir quince minutos, escuchar música o conversar con alguien muy querido.
A pesar de los numerosos estudios sobre los beneficios evidentes que el descanso tiene sobre la salud, la creatividad y la productividad, tendemos a postergar por diversas razones el descanso —especialmente las madres— hasta cuando llegamos al límite de nuestras fuerzas. Tendemos a sentir culpa por estar en reposo y seguimos en actividad, a pesar de las numerosas señales que el cuerpo y la mente nos envían de que es necesario detenerse. ¿Cuántos choques podrían evitarse si los choferes se detuvieran cuando están cansados? ¿Cuántos errores podrían evitarse si supiéramos comprender y actuar en consecuencia, sabiendo que la fatiga es causa de muchos errores? ¿Cuánto más aprenderían los niños si les diéramos más recreos?
Hacemos equivalente la legítima necesidad del descanso a la flojera, y por lo tanto le damos una carga emocional negativa. Nos falta la sabiduría y la humildad para saber que hasta Dios descansó el séptimo día. La pregunta que se nos viene a la mente cuando finalmente logramos parar la actividad es: ¿Cómo puedo estar ociosa cuando hay tanto por hacer? Esta reflexión nos impide darnos el reposo psíquico indispensable para un real descanso; aunque nos hayamos sentado a descansar, no lo estamos haciendo por la culpa que nos produce.
Con los niños es necesario programar pausas y estar alerta a sus necesidades de descanso. Esto no solo mejorará su ánimo y su disposición a aprender, sino que la interacción con el que enseña. Me resultó emocionante oír a un niño de segundo básico decir: “Adoro a mi profesora cuando se da cuenta de que estamos cansados y nos deja jugar y nos da recreo. Ella dice que así aprendemos mejor, y es verdad”.
Distanciarse a ratos física y mentalmente de los deberes no solo es bueno, sino que es fundamental. Hacer pausas es esencial para estar de buen humor, para tener un buen rendimiento y para la creatividad. Para descansar es necesario darse permiso. Les recomiendo un pequeño libro de A. Smart “El arte y la ciencia de no hacer nada”, que terminará por convencerlos de los beneficios de descansar.