Ya es una tradición que el mes de enero sea un intenso período teatral con espectáculos nacionales, extranjeros, montajes en salas, calles y más. La mayoría de las piezas forman parte de festivales o ciclos que se encuentran en los últimos ajustes para abrir el año 2020. Por supuesto, que esta vez no se trata de dar vuelta a la página, sino que de incluir el reciente punto de inflexión ciudadana: el estallido social. Un fenómeno que ha dado cauce a sentimientos muy variados; entre ellos, miedo, tristeza, esperanza, frustración, violencia, solidaridad, deseos de justicia. Sin duda este ciclo será diferente; de hecho, el teatro ha organizado junto a los espectáculos cabildos ciudadanos, asambleas y trawünes, en distintos puntos del país.
Hay al menos tres festivales consagrados: Santiago a Mil, del 3 al 26 de enero; Santiago off, entre el 23 de enero y el 1 de febrero y Entepola (fecha exacta por anunciar); además de ciclos en algunas salas y municipalidades, por ejemplo en Teatro La Memoria, o en la ex Clínica Santa Lucía. Cada una de las instancias ha incorporado un lema. Por ejemplo, el de Santiago a Mil es “El poder de actuar”; Santiago off conserva su lema original “La unión hace la fuerza”, proponiéndose proyectar el sector artístico en un Chile bajo un nuevo pacto social y con la presencia del Colectivo Lastesis. Y, por otra parte, el Teatro la Memoria anunció así su ciclo estival: “Nos hemos declarado en marcha perpetua, para pensar unidos, entre nosotros y con la audiencia, este histórico malestar social. La calle, la marcha, la historia lo exigen”.
Aquí, un acotado recorrido por estrenos, reestrenos nacionales y extranjeros, no como una selección acabada, sino como botón de muestra que puede servir de orientación.
Quizás de los mejores, y necesarias, obras son las que tienen relación con un problema escandaloso: el maltrato a los niños. Casos de abuso en instituciones o al interior de las familias son parte de tres obras contundentes. Primero será el caso de “Feroz”, basada en el libro “Mi infierno en el Sename”, de Edison Llanos, que pone en escena el relato de cuatro niñas y niños que cuentan todo lo que han visto y vivido al interior de un centro de reclusión infantil. Esta pieza es un proceso de experimentación escénica del porteño Centro de Investigación Teatro La Peste, que por primera vez trabaja con un elenco integrado por niños y niñas preadolescentes. En esa misma línea, será posible ver “La ciudad de la fruta”, de Leyla Selman, destacada dramaturga de Concepción, que aborda el proceso de confrontación de una niña con sus abusadores en una dinámica entre la terapia y el acto simbólico de reparación. Destila una prosa lírica en una delicada puesta en escena a cargo de Rodrigo Pérez. Y, por último, “Carnaval”, de Trinidad González, que recorre las historias de niños víctimas de guerras, desplazamientos forzados y explotación laboral, todo esto en una partitura musical.
La salud mental es un complejo y urgente asunto a abordar y será posible de reflexionar en varios montajes. Uno es “Hay que tirar las vacas por el barranco”, basado en el libro de Ricardo Ruiz Garzón, con dramaturgia y dirección de Orlando Arocha, que ensambla distintos monólogos que recorren la esquizofrenia desde el paciente y su entorno familiar. A esto, se suma “La persona deprimida”, de David Foster Wallace, con dirección de Daniel Veronese, sobre una mujer con depresión endógena.
Acerca de las problemáticas de género, estará “Excesos”, de Cristián Plana, una inquietante y audaz puesta en escena, sobre un texto de Mauricio Wacquez, que despliega la transición de identidad hacia el objeto deseado con la soberbia interpretación de Alfredo Castro. Además, se podrá ver “Demasiada Libertad Sexual les Convertirá en Terroristas”, del interesante, inquietante y atrevido director Ernesto Orellana que trabaja con la voz de cinco activistas que reflexionan sobre la disidencia sexual. En otro tono se suma “Encuentros breves con hombres repulsivos”, que aborda la crisis de la masculinidad, de Daniel Veronese, pero con la interpretación de dos actores chilenos.
En relación con pueblos originarios estará “Trewa. Estado-nación”, de Paula González, que gira en torno a la misteriosa muerte de la activista Macarena Valdés en territorio mapuche. Luego, regresa el director maorí Lemi Ponifasio con la obra “Love to death”, que sigue su línea de trabajo que vimos en la sublime “I am mapuche” para continuar adentrándose en la cosmovisión de este pueblo originario. Y, también, habrá una pieza de una compañía mapuche, “Ka kiñe, ka kiñe” (“Una vez más”, en español), que invita de modo abierto a la audiencia a conocer por dentro la cotidianidad y las demandas del pueblo mapuche.
Y, en otras coordenadas del mundo, se suma la obra “El círculo”, de Andrea Giadach, que reúne a actores de origen palestino y judío a pensar su identidad, la otredad, y el conflicto que confronta a sus pueblos.
Es importante que el lenguaje teatral tome nuevos bríos. Hay obras de compañías jóvenes que destacaron por montajes muy frescos y bien logrados y que dado el contexto social tuvieron temporadas brevísimas. Es el caso de “Tarde de verano”, de Ana Corbalán, y dirección de Ángelo Solari, en una especie de round trip en un pueblo del norte por medio de un juego de puntos de vista alrededor de un suceso dramático. Luego se suma “La torre”, escrita y dirigida por Stephie Bastías, basada en la novela escrita por Alejandra Pizarnik, “La condesa sangrienta”, que narra la historia de Isabel Bathory, la célebre condesa húngara medieval que cometió el asesinato y tortura de más de 630 mujeres para realizar extraños ritos en busca de mantener su juventud. Y, luego, está la nueva versión de “Casa de muñecas”, de Henrik Ibsen, del Colectivo Zoológico, adaptación de Juan Pablo Troncoso bajo la dirección de Laurène Lemaitre y Nicolás Espinoza, en clave performance fílmica. Y el montaje “Junto al lago negro”, de la dramaturga alemana Dea Loher, con dirección de Jesús Urqueta, sobre el duelo de una pareja de padres que enfrenta el suicidio de sus hijos. Y promete “Las palmeras salvajes”, basada en la novela más experimental de William Faulkner, con la dirección de la francesa Séverine Chavrier e interpretaciones de la dupla chilena de Claudia Cabezas y Nicolás Pavez.
En el centenario de Gabriela Mistral se mostraron dos montajes que abordan a la poeta premio Nobel desde originales aproximaciones. Una es “Mistral, Gabriela (1945)”, de Andrés Kalawski dirigida por Aliocha de la Sotta, quien construye un diálogo imaginario entre la autora y una joven activista del siglo XXI. “Lucila, luces de Gabriela”, de Teatro de Ocasión, dirigido por Tita Iacobelli, creación dirigida a público familiar en un retrato onírico y encantador.
Hay obras clásicas chilenas que llevan años en cartelera y se celebra en cada oportunidad que regresan sin requerir presentación. Es el caso de la joya “El húsar de la muerte”, de La PatoGallina, que cumple 20 años y, además, la misma compañía presenta “2118 tragedia futurista” con dramaturgia de Carla Zúñiga. También estará “Estado vegetal”, de Manuela Infante, tras una gira internacional, nos da la oportunidad de entrar en una alucinante incursión al universo verde. Y dos compañías de trayectoria presentan obras que ahondan su particular lenguaje escénico. Es el caso de TeatroCinema con “Plata quemada”, adaptación de la novela de Ricardo Piglia sobre un caso espectacular de un robo, en su habitual conjugación entre cine y teatro. Y, por otra parte, la compañía Teatro Tryo Banda, sigue en su recreación histórica con la “Tragicomedia del Ande”, concentrándose en un episodio de la conquista del Perú entre Pizarro y el emperador inca Atahualpa.
Las heridas de la dictadura chilena y los desafíos de la memoria en esta época tan convulsionada política y socialmente para nuestro país, se abordan en varios proyectos. Primero, está “Telúrica”, de Ana Barros, conmovedora coreografía teatral que ahonda en la tortura y la reparación de un grupo de mujeres. Algo similar se reflexiona en “Irán 3037”, dirigida por Patricia Artés, que reflexiona acerca de las violaciones en la “venda sexy”. Y habrá un ciclo específico, llamado “De la Escena a la Memoria”, con la presentación de tres puestas en escena en un ex centro de detención. Será la oportunidad de ver “La mujer de los perros”, dirección de Eduardo Vega, basado en el libro de Nancy Guzmán sobre la agente de la Dina Ingrid Olderock. O bien, “Recuerdos incompletos de un reloj”, de Cristián Ruiz, dirección de Coca Duarte, que confronta a una hija, que está por hacer de Casandra, con un padre represor durante la dictadura. O la misma “Sta. Lucía 162. La Clínica de la D.I.N.A.” que revela la historia del recinto clandestino dependiente de la Brigada de Salubridad.
Entre los montajes extranjeros, hay un par de compañías que regresan con sus particulares metodologías. Es el caso de la alemana Rimini Protokol, distinguida por su teatro documental, y que se presenta “Granma, metales de Cuba” con testimonios de la generación heredera de la revolución. Por otra parte, el dramaturgo argentino Santiago Loza regresa con un monólogo, “La enamorada”, interpretado por la cantautora mexicana Julieta Venegas.
Y finalmente, habría que prestar alta atención a los renombrados directores extranjeros que por primera vez se presentan en Chile: la brasileña Cristiane Jatahy, al taiwanés Wu Hsing-Kuo, al italiano Pippo Delbono y el cubano Carlos Acosta y el chileno-alemán Antú Romero, entre otros.
Malestar local y global
Sin duda, el malestar ciudadano ha sido parte del teatro siempre. Quizás se pueda ver con nitidez en la obra “Mano de obra”, basada en la novela de Diamela Eltit, y dirección de Alfredo Castro, que trata de un grupo de empleados de un supermercado que comparten una casa e instalan un simulacro de comunidad de emergencia mientras viven o sobreviven en un trato laboral indigno que los aliena y precariza. Luego, ha sido el mismo teatro el que se ha preguntado el sentido de hacer arte en medio de la crisis social, y eso es posible de seguir en “Dragón” de Guillermo Calderón. Y, por supuesto, en la obra más premonitoria de la reciente temporada, “La apariencia de la burguesía”, de Luis Barrales y bajo la dirección de Aliocha de la Sotta, que, a partir de un texto de Máximo Gorki, enfrenta a una familia a sus posiciones en torno a un momento de inestabilidad política.
Pero el malestar también sucede en otros lugares del mundo, por lo que será la oportunidad de conocer otro punto del estallido global con el trabajo del director libanés Rabih Mroué, que llega con tres trabajos que relacionan la guerra civil de su país y de Siria con el uso de tecnologías y movilizaciones sociales.
El enero teatral se presenta prodigioso y heterogéneo, quizás con la mejor cosecha del país y del mundo, para mantenernos despiertos, dialogantes y convocados como ciudadanos que discuten en la asamblea el destino de la polis.