Siempre es una sorpresa entrar a este restaurante italiano, porque se trata de una casa remodelada con un amplio espacio central abierto que llega hasta el tercer piso y con sus cocinas a la vista. Y como se encuentra en un barrio en el que no abunda el mantel un poco más largo —está en calle Moneda, sector Santiago Poniente—, su imagen de entrada ya opera como un gran aperitivo. Aunque en este caso, el golpe de efecto se acompañó con unas machas muy sabrosas y aliñadas (homónimas, a $8.990), con queso chanco, ajo y cilantro. Realmente una mejora con estilo de las clásicas a la parmesana, aunque su tamaño sea un poco estilo baby Yoda.
Sin mucha prisa —o sea, algo lento— llegaron los segundos platos. Primero, una lasaña de berenjenas ($7.390) con el borde quemado, como si hubiera sufrido un excesivo paso por el grill. Sabrosa igual, pero también como una evidencia del que mucho abarca y poco aprieta (el local estaba casi lleno). Lo mismo pasó con un risotto frutti di mare ($9.890), el que no estaba al dente, sino blando, con algunos ostiones que habían pasado su buen rato por el frío y, lo imperdonable, con un pedazo de queso tamaño carné semiderretido y cero integrado al plato. Nuevamente sabroso, pero también poco cuidadoso.
Con una atención rápida en su forma, pero algo dispersa en el fondo, se preguntó por el mejor postre de la casa. Y la descripción del caballero de una torta magnífica, con sabayón —ese huevo batido al baño María, mmm—, fue en extremo vendedora. El problema es que al rato volvió para avisar que la mentada torta se había acabado. Entonces el tiramisú ($4.290) podría haber sabido más amargo —como debe ser, por el café—, pero estaba muy cargado al dulce. Los dos cafés, bien.
Moneda 1816, 2 32735540.