Hay un detalle armónico en la banda sonora de un restaurante étnico, y es que se escuche hablar —o en la cocina, o en las mesas— en el idioma de lo que se come. Y eso ocurre en el Mariachi loco, ubicado en calle Girardi casi al llegar a Santa Isabel. Es un lugar pequeño, con las fotos de todos los personajes de la vecindad del Chavo en sus muros y con papel picado —bueno, plástico picado— en su techo: es una decoración donde la guinda la ponen quienes atienden, hablando en mexicano.
La carta no es extensa, pero tienen sus particularidades, como lo es tener tortas —sánguches mexicanos— y huaraches, que son unas tortillas que parecen suela de ojota (por la forma, no es que sean duras como neumático, ojo). También ofrecen desayunos, pero nunca tan temprano (tipo 10 y media, o sea más onda fin de semana). De esta opción, por favor nunca deje de probar los chilaquiles (totopos con alguna salsa —verde es la mejor—, quesito, palta, plumífero, en fin) o algunos huevos con salsa picante.
En esta ocasión, almuerzo, fue el turno de un mix para picar, y luego tres platos. El problema es que llegaron en el orden inverso, lo único reprochable de esta experiencia (llevan poquito abiertos también).
Los platos fueron: tres tacos al pastor, con trocitos de chancho al achiote —un condimento full rojo—, con su cilantro, cebolla y piña ($5.800). A la par, un trío de cochinita pibil, con el chancho en hebras y coronado con cebolla encurtida ($5.800), del verbo sabroso. Como había un comensal de esos que opinan que “los amigos no se comen” en la mesa, se pidió algo sin animal. Y sin hacerse ningún problema —ay, qué simpáticas todas en este lugar—, llegaron unas tostadas ($3.900) con champiñones, con su capa de puré de porotos, la lechuga, el queso y todo eso que hace que sea maravilloso comer esta tortilla rígida y que sus ingredientes caigan entre mordidas sin avergonzarse.
La tabla, llamada chingona ($13.200), llegó después. Traía abundantes quesadillas, totopos con harto queso y unos tacos dorados. También un pote con guacamole. Y habrán llegado tarde, pero igual nada quedó. Todo esto con una horchata y un agua de tamarindo, como corresponde (no hay alcohol). Todo en plan relajado, con servilleta de papel y la banda sonora correspondiente.
Girardi 1365, Providencia.