Cada vez más, oh felicidad, se abren restaurantes de comida india en Santiago. No con la pompa y circunstancia de una estética exótica —como cuando eran escasos—, sino con la sencillez y el color local de la servilleta de papel y las divinidades tutelares impresas en telas y colgadas de los muros. Bien sencillos, son una maravillosa oportunidad para almorzar barato y abundante, porque ocurre que se han multiplicado las ofertas de colación entre estos locales, con su plato, con su arroz basmati, el pan planito aquel —el naan—, el bebestible y un postre (somos fanáticos de mediodía del vegetariano Indian Box y del The Raj, por si aca). Esto también ocurre en Haveli, un flamante local que queda en Bellavista casi al llegar a Loreto (cerca de donde se encuentra el Sarita Colonia, que está abriendo al almuerzo en estos días difíciles, ojo).
En fin. En esta ocasión, la carta fue asaltada para dar fe de una buena mano. Entre las entradas, unas verduras fritas rebozadas (mixvegpakora, $4.490) y unos camarones igual de fritos y rebozados y especiados (prawnskoliwada, $5.900), con unas salsitas de cilantro. Los camarones, bien y crujientes. Las verduras, con poco cariño en la selección de trozos a cocinar. Y poco cubiertos del batido, en el único punto bajo de esta experiencia.
De fondos, se pidió un puro arroz basmati ($2.500), que fue suficiente para dos personas. Junto a esto, un plato dulce y con cero agresividad, un muy amigable pollo en salsa de almendras (badaamimurgh, $6.500), y, para contrarrestar, se pidió una receta reconocida y temida por su picor demoníaco, el vindaloo, esta vez con cordero ($6.500). Y, por si quedaba algún huequito en el estómago, unos garbanzos a la punjabí ($5.300), que venían acompañados de un pan frito que parecía más bien la madre de todas las sopaipillas (un poco aceitoso, eso sí). El tema es que las legumbres estaban en nivel satán de ají, por lo que vino muy bien un lassi, una bebida a base de yogur, para apagar el ardor. El vindaloo venía picosito, pero harto tolerable. Y combinando los ardores con una porción de raita —yogur natural con pepino, pimentón y aliños ($1.000)—, sumando entre mordidas al pan y cucharadas del arroz, era posible ir entrando y saliendo a la zona cálida de los platos, muy especiada como se espera de esta maravillosa cocina.
Muy satisfechos y a un buen precio (poquito más de $40 mil por todo esto), quedarán los postres para otra ocasión, entre los clásicos kulfi (ese helado acidito que ayuda a apagar las cenizas en la lengua) y gulabjamun (esas bolitas fritas flotando en hiperglicemia). Con una atención gratísima y una cocina en sus tiempos, la felicidad pica en Haveli.
Bellavista 185, Recoleta. 978745728.