Preguntarse si lo que uno va a decir es oportuno o si es mejor esperar otro momento para decirlo, o si sería mejor guardarse el comentario, es siempre una actitud sabia. Como también es señal de sabiduría pensar en formas alternativas para decirlo y así no dañar el vínculo con la otra persona, o buscar reducir los daños que puedan derivarse de lo que se dice. En esto se suele ser menos cuidadoso con los niños que con los adultos.
Hay personas que tienen el talento para sintonizarse y decir lo que necesitan decir en el momento preciso y en la forma apropiada, con lo cual maximizan la posibilidad de que su mensaje sea bien recibido, y de paso, no ponen en riesgo los vínculos afectivos. En oposición a ellas, existen aquellas que están tan apuradas para decir lo que piensan, que sin mirar el contexto lanzan impulsivamente comentarios o dan órdenes inoportunas, creando desconcierto y resentimiento en los destinatarios. Con ello, estas personas disminuyen la posibilidad de ser escuchadas y con frecuencia consiguen la antipatía de quienes se sienten afectados por la imprudencia de quienes creen tener derecho a expresar su opinión, sin importarles a quién pueden afectar.
A veces algunos padres, en su legítimo interés por educar a sus hijos, los exponen a situaciones que les resultan complejas y que pueden provocar no solo rechazo, sino una crisis del niño. Hace unos días me tocó asistir en una plaza a una escena que ilustra la importancia de elegir el momento oportuno para enviar ciertos mensajes a nuestros hijos. Un grupo de niños estaba jugando a la pelota y uno de ellos estaba eufórico porque recién había metido un gol. En ese momento llega el padre y de forma autoritaria le dice: “Basta de fútbol, es hora de ir a hacer las tareas, recuerda que estás a punto de repetir”. Cuando el niño oyó esto, se puso rojo y comenzó a llorar entre triste y avergonzado. Obviamente, el padre está en su derecho y hasta quizás en su deber de ir a buscar a su hijo para que haga las tareas, pero es muy inadecuado interrumpir un momento de felicidad y hacer evidente sus problemas delante de sus compañeros de juego. Este comportamiento del padre hará que el niño deteste el colegio y las tareas. Por ello, no parece oportuno hacer este tipo de comentarios frente a sus compañeros
Hay personas que con frecuencia hacen comentarios que aparecen como definitivamente inoportunos para el contexto, porque no sintonizan con lo que está sucediendo a su alrededor, y lo que es más grave, tienen una desconexión con los sentimientos de las personas a las que eventualmente podrían dañar.