A veces no estamos conscientes de la fuerza de nuestros mensajes no verbales ni de cómo afectan nuestra comunicación interpersonal. Los que nos rodean, especialmente quienes nos conocen mejor —entre ellos nuestros hijos—, son muy sensibles a las emociones que se expresan en forma no verbal. Ellos captan en la energía, en el tono de voz, en la postura corporal y en las expresiones del rostro los mensajes implícitos de aceptación o de rechazo que están implícitos en la comunicación no verbal.
Deborah, de 16 años, decía: “Estoy consciente del esfuerzo que hace mi mamá por controlarse y retarme menos. Pero basta que me mire para saber cuánto desaprueba mi arreglo cuando salgo a una fiesta. Casi prefiero que me lo diga francamente y me haga una sugerencia. Así sé lo que le parece mal. Su mirada me inseguriza”.
La comunicación no verbal puede aumentar lo que quisiéramos decir; por ejemplo, al poner una mano en el hombro de un niño al felicitarlo, el mensaje se amplifica y tiene mayor fuerza que si simplemente se dijera: “Muy bien, te felicito”. Otras veces los gestos llevan a disminuir o neutralizar lo que se dice; por ejemplo, al expresar “está bien” con el ceño fruncido, los niños procesan claramente que la mamá o la profesora, según sea el caso, no lo encuentra realmente tan bien y en algunas ocasiones desmiente lo dicho.
Esta situación es quizás la más compleja porque equivale a dar un doble mensaje, lo que puede desorientar al niño. Cuando decimos “no te preocupes, no hay nada de qué preocuparse” y nuestros gestos y la postura corporal no coinciden, hace que las personas desconozcan el mensaje real y si es habitual, se distorsiona en forma grave la comunicación.
Las vibraciones emocionales son captadas por los niños, quienes reaccionan con cambios de comportamiento en forma que a veces resulta sorprendente para los padres, porque se produce una especie de comunicación de inconsciente a inconsciente.
Aumentar la fuerza con la comunicación no verbal en los mensajes positivos y tomar conciencia para regular nuestros gestos cuando estamos “secuestrados” por emociones negativas pueden ayudarnos a ser más coherentes en nuestras expresiones emocionales. La autenticidad es la clave.