La revista inglesa “Nature” celebró siglo y medio de vida.
Publicar un trabajo en “Nature” sigue siendo apreciado. Allí revisan proposiciones de artículos científicos y luego le piden correcciones al autor o autora. Frustran a la autora o al equipo, pero, generalmente, estos se someten.
El sistema falla: a veces “Nature” publica falsedades. Por ejemplo, en 1991 divulgó el descubrimiento del primer planeta fuera del sistema solar. Se retractó: se trataba de un púlsar, resultado de la explosión de una supernova.
Trata de evitar retractarse, pero como decía el doble premio Nobel, Linus Pauling, (“Nature” 497 p. 310): “Los errores no dañan la ciencia porque hay hartos inteligentes que se darán cuenta y los corregirán. Harás el ridículo, probablemente, pero eso daña solo tu orgullo”. Agrega que, evitar publicar por temor al riesgo podría restar una buena idea al conocimiento humano.
La edición aniversario de “Nature” es magnífica.
Allí el Dr. Philip Ball escribe “La ciencia debe moverse con los tiempos”. Recorre cómo se ha ido certificando el descubrir. Y pide cambiar. Para que la ciencia cumpla su contrato social, y avance, sólida, al futuro.
El Dr. Ball, físico y químico y divulgador de la ciencia, le asigna a “Nature” el papel, desde 1869, de recoger los avances científicos y ordenarlos, sistematizarlos.
Sobre la ciencia, hoy algunos protestan, escribe. Alegan por la explotación de la naturaleza, las armas nucleares, la ambigüedad de la robótica y la inteligencia artificial…
Otros son optimistas. Hablan de calidad de vida, salud, rupturas de la ignorancia. Como hoy, que sabemos que la Tierra es un punto en un Universo que se expande a una velocidad en aumento.
Pero no sabemos qué es la materia oscura, cinco veces más abundante que la materia visible. Nunca nos habíamos sentido tan ignorantes sobre el Universo.
Y pareciera que no estamos solos, sorprenden unos 4 mil registros de planetas extrasolares. Y predicen algunos investigadores, escribe el Dr. Ball, que en esta generación sabremos de vida allá lejos.
Además, la mecánica cuántica da pie a múltiples universos y, por otra parte, requiere de un observador de los fenómenos, que ya no son objetivos, distantes, como en los tiempos de Newton. Cambios.
Dominamos nuevas herramientas: el manejo de millones de datos, la secuenciación del genoma, la resonancia magnética. Puede que abunden los datos, faltan ideas que los interpreten.
No resultará la ciencia, escribe el Dr. Ball, si seguimos sin cuestionar cómo desarrollamos modelos, ofrecemos metáforas, asignamos prioridades, reconocemos y premiamos los logros, y reclutamos investigadores.
Escribe que la historia de la ciencia enseña que las incógnitas más difíciles no serán resueltas, sino por nuevas y mejores preguntas. ¿Qué es la vida? ¿Qué hace a cada persona ser lo que ella es? ¿Por qué pareciera que el Universo estuviera afinado para que nosotros existiéramos en él? ¿Cómo comenzó todo?
Cierra:
“La visión más allá del horizonte puede no ser la que anticipábamos.”