Todavía hay en Santiago barrios tradicionales, como el Yungay. Por suerte éste está todavía relativamente incólume frente a la barbarie edilicia que masacra el paisaje urbano como si nada. ¡Qué paradoja!: es gracias al olvido del pasado que éste ha podido sobrevivir hasta ahora. Da un poco de susto destacar este barrio: no vaya a ser cosa que lo “modernicen”...
Es alentador, por otra parte, que en él se hayan instalado, a veces desde antiguo, restoranes de mérito que le van inyectando vida sin alterar su carácter. Hemos visitado ahora El Huaso Enrique, sito en una típica casa de comienzos del siglo XX, con su frontis intacto. En su interior se han hecho diversas modificaciones, especialmente para crear un amplio espacio de baile, en que los comensales cuequean de lo lindo, ya sea con cuecas envasadas o con otras tocadas en vivo por unos músicos encaramados en un pequeño escenario. La verdad es que la música es el centro de la actividad (se ofrece incluso clases de cueca, cosa admirable). Y la cocina, que debiera estar a la misma altura, es, ay, apenas un complemento, y descuidado.
Partimos con una palta reina ($4.100) deficiente: media palta chica, con un relleno en que era difícil identificar la consistencia y el sabor de la pechuga de pollo, con un zurungo de mayonesa industrial, recostada en un lecho de lechuga escarola: este tipo de lechuga es, precisamente, el que, picado, no proporciona la suave
chiffonade que se requiere para el plato. Lamentable. Variopinto fue el abundante surtido de empanaditas ($5.300): unas de horno de pino, otras de camarón con queso, otras de queso. Mucha masa, poco relleno. Vaya cosa.
Nos preparábamos para las carnecitas, que suelen ser bien hechas en lugares como éste. Veamos. El costillar de chancho (de “cerdo” le decía la mesera al pobre) asado ($6.800) con papas doradas ($2.500): muy bueno el costillar, de buen tamaño, en punto perfecto de equilibrio de magro y de grasa y de cocción. Las papas doradas eran papas cocidas pasadas por la sartén más por un lado que por otro; o sea, semidoradas. Hay que poner atención en este tipo de cosas.
Y la plateada ($7.500) con puré picante ($2.600): la marinada de la carne, que pecó ya sea por exceso de vinagre o por exceso de marinamiento, la dejó demasiado ácida. Y el puré, desmayado, soso, no esa cosa entonadora, sabrosa, picarona que uno espera.
En fin, postres: un Dulce Patria casero (no el que se produce envasado) hecho con gran cantidad de almendras rebanadas, no molidas, y excesivamente dulce (lo que llaman “empalagoso” o, en el campo, “repunante”): la verdad es que el envasado, que dicen ser la auténtica receta, es menos dulce y más suave. Y unas tristes castañas en conserva con crema.
Buena la cueca. No la cocina.
Maipú 462, Santiago. 226815257.