Hasta antes de que Clos Apalta, el ícono de Lapostolle, se lanzara al mercado gracias a la cosecha 1997, poco y nada se sabía entre los consumidores de la zona de Apalta. Para los enólogos y viticultores, sin embargo, se sabía que Apalta era una fuente de uvas de primer nivel y que muchas veces iban a parar a muy buenos vinos de nuestro pasado reciente.
Pero en ese pasado, el tema del origen aún no tenía la importancia que hoy tiene. Salvo contados casos, la etiqueta no hablaba de lugar ni las reseñas hacían referencia. Clos Apalta fue entonces el culpable directo de que los ojos se fijaran en esta suerte de herradura hecha de montes, junto al río Tinguiririca, en el valle de Colchagua, un lugar que aparte de tener buenas condiciones vitícolas, tiene viñedos de más de cien años, una herencia de la que no muchos lugares en Chile pueden presumir.
En esos viñedos, principalmente de carmenere, merlot y cabernet, se fijaron los franceses de Lapostolle cuando se instalaron en Chile. Y ese ejemplo fue muy pronto seguido por otras bodegas que, en la década siguiente, harían de Apalta uno de los lugares más apreciados en la escena del vino nacional.
Aunque con muy buenos vinos, nada de lo que salía de Apalta escapaba a la norma imperante, hasta muy recientemente, cuando un pequeño grupo de enólogos comenzó a explorar más allá del cabernet o del syrah, recurriendo a viñedos nuevos de cepas inusuales para la realidad chilena, como el monastrell o la garnacha o echando mano a viejas viñas de uvas que hasta ese momento no habían sido explotadas en términos comerciales, como el semillón, el torontel o el corinto.
La nueva versión de Florillón, por ejemplo, encaja perfecto en esta Apalta, digamos “alternativa”. Con entusiasmo, la enóloga Emily Faulconer, de la Viña Carmen, nos cuenta su lucha por crear un velo de flor (a la manera de los vinos de Jerez) en sus barricas de semillón y el resultado es un blanco de sabores y aromas envolventes, una pequeña excentricidad en el mundo cada vez menos conservador de Colchagua.
La enóloga Andrea León, de Lapostolle, también aporta a la movida off de Apalta con sus vinos bajo la línea Collection. Por ejemplo, su Collection Mourvedre (monastrell) de parras jóvenes plantadas cerca de la cima de un monte, sobre suelos de granito. El vino es una delicia de sabores frescos y frutas rojas, con una textura bastante suave para los estándares de la cepa y una acidez que invita a comer asado.
Pero no solo de uvas inusuales u olvidadas se trata esta nueva faceta de Apalta. También hay quienes están mirando el tradicional carmenere de una forma radicalmente opuesta a las que usualmente se miraba en el valle. Antes que robustos y súper concentrados ejemplos de la cepa, el enólogo Eugenio Lira, de la bodega Las Niñas, acaba de lanzar su E, un carmenere fresco, jugoso y ligero, tan sorprendente como la nueva cosecha 2018 de Pewén, el carmenere top de la gigante Santa Rita, que gracias al trabajo del enólogo Sebastián Labbé, hoy muestra una cara irreconocible, mucho más punzante y jugosa, mucho más frutal y refrescante. Nuevas alternativas para un valle que se pone a tono con la nueva diversidad de los vinos en el país.
Nuevas miradas a ApaltaCarmen D.O. Florillón #2 Semillón Apalta
Carmen D.O. Quijada Semillón 2018 Apalta
Lapostolle Wines Collection Apalta Mourvedre 2018 Apalta
Lapostolle Wines Collection Apalta Semillón Torontel 2018 Apalta
Las Niñas E Carmenere 2018 Apalta
Santa Carolina Cuarteles Experimentales Semillón 2018 Apalta
Santa Rita Pewën de Apalta Carmenere 2018 Apalta
Santa Rita Floresta Field Blend Blanco Semillón, Sauvignon Vert, Moscatel de Alejandría, Torontel, Corinto 2019 Apalta