Lo que se conversa en una familia hace parte de la cultura familiar. A través de las conversaciones se dan informaciones, visiones de mundo y se forma en valores a los hijos. En las conversaciones nutritivas, además de hechos, existe un análisis de ideas y valores.
Existen pocos espacios más formativos que una buena conversación, y las que se producen después de una película vista en familia son especialmente potentes. Por ejemplo, ver con los hijos mayores de 13 años la película “Pedro, el afortunado”, del genial director danés Bille August, puede dar espacio a interesantes conversaciones sobre el orgullo, el autoritarismo y el compromiso.
En la película, el protagonista es un joven talentoso, hijo de una familia muy religiosa, que rompe con ella para ir a estudiar ingeniería a la capital. Allí quiere realizar un ambicioso y visionario proyecto para el desarrollo de su país (Dinamarca).
Algunos principios que es necesario respetar para que las conversaciones sean enriquecedoras y constituyan espacios en que todos se sientan considerados son los siguientes:
•Tener apertura para escuchar con respeto las opiniones, aunque sean opuestas a las nuestras. Dialogar supone tener los oídos y la mente abiertos para lograr que todos los participantes, incluso los pequeños, se sientan escuchados, visibilizamos y valorados. Es música para los oídos de los niños escuchar a sus padres decir, por ejemplo: “Como muy bien dice Antonia…”.
•Ser empático, especialmente cuando los niños expresan sus sentimientos preguntando, por ejemplo: “¿Te dio miedo cuando…?”. Ayuda a construir un diálogo más profundo seguir las ideas de los otros, a través de la empatía.
•Promover un clima afectivo armónico, armonizando y conectándose emocionalmente, de manera que se hagan patentes los vínculos positivos y fluya la ternura.
•Crear complicidad. Las buenas relaciones siempre incluyen un ingrediente de conexión única que se basa en recuerdos y muchas veces en el humor. A veces basta guiñar un ojo o compartir una sonrisa para tener una conexión más profunda que la que se logra con palabras.
•Crear climas y espacios para tener conversaciones nutritivas requiere dedicar tiempo, energía y apertura, pero el esfuerzo tiene efectos casi mágicos.