Muchas familias transmiten a sus hijos, sin desearlo, la sensación de no ser lo bastante buenos. Esta búsqueda de la perfección afecta negativamente la valoración que el niño o la niña tienen de sí mismos. Tienen la sensación de no estar a la altura. No se trata de que lo hayan hecho mal, sino que simplemente no fueron lo suficientemente buenos.
Hacer a los niños dependientes del qué dirán, de la imagen que transmiten, los inseguriza y disminuye su confianza. No se trata de educar niños que no consideren la opinión del resto o del impacto que sus comportamientos puedan tener en los otros. Pero de allí a transformarse en esclavos de lo que los otros piensan y de la imagen que se proyecta, hay un abismo. Una cultura familiar que produce inseguridad en los logros es muy estresante.
Las comparaciones contribuyen poderosamente a esta sensación de inferioridad y dificulta que los niños interioricen la creencia de que pueden hacerlo bien. Valorar lo que se ha sido capaz de lograr sin sentirse menoscabado porque existen otros que lo hacen mejor, no es necesariamente una actitud de autocomplacencia. Simplemente es aceptar los propios talentos, pero también los límites para aprender a disfrutar con lo que se tiene o lo que se es.
Una actitud de corrección permanente, caracterizada por comentarios del tipo: “Si está bien, pero…” o conductas como rehacer una cama porque no está suficientemente estirada, o completar un dibujo “para que te quede más lindo”, transmite eso. Laura, una mamá de tres niños pequeños, consulta porque tiene miedo de repetir el mismo patrón perfeccionista de su familia. Ella relata: “Mis padres estaban muy orgullosos de ser hijos del rigor, y eso marcó mi educación. Aun cuando yo era buena alumna y bastante tranquila, no recuerdo que me felicitaran; en cambio, sí recuerdo que debía repetir alguna tarea porque no estaba bien lograda. Hasta hoy me persigue la idea de que lo que hago es insuficiente. Rara vez me siento contenta conmigo misma y una sensación de inferioridad. Lo peor es que me pillo muchas veces con mis hijos repitiendo las conductas que mis padres tenían conmigo“.
Hay padres tacaños en el reconocimiento y generosos en la crítica. Invertir esta relación dará una mayor seguridad a los hijos.