Recién abierto y en marcha blanca con público, con un 20% de descuento en la cuenta final por las molestias del rodaje (que ni hubo en esta ocasión). Hubo que esperar su tiempo a que la versión santiaguina de Pescados capitales, un afamado restaurante peruano, recibiera público finalmente (porque en redes sociales puro sacaba pica, a puerta cerrada). Lo único: no tienen patente de alcoholes. Por lo mismo, si uno llama para reservar (se recomienda), sugieren traer lo propio y con la boleta de respaldo, con costo de descorche cero. Entonces, vaya la siguiente recomendación: a unas pocas cuadras, por la misma Nueva Costanera, se encuentra La Vinoteca. Hágase de un rosé si es indeciso, o de un tinto ligero. O ya que estamos, de un blanco, porque lo marino es lo que manda en este local. Y eso se probó.
Primero, un tazón de leche de tigre ($2.900), esa maravilla alimonada y bien condimentada, con sus trocitos de cosas de mar. A la par, en la fase de las entradas, un tiradito con rollitos de pejerrey y ostiones fresquísimos ligeramente pasados por la quema ($12.900), lo que les dio un pequeño toque a ahumado, todo esto en una salsa picantosa, entre láminas de rabanito, maíz cancha y del otro, el tierno grandote. Igual de grande fue la porción de locos en formato carpaccio ($11.900), abundantes los cortes, no transparentes sino pachoncitos, con una pequeña laguna de pesto al centro del plato y con unos crocantes de queso.
De segundos, se optó por dos de los que van bajo nombres pecaminosos en la carta. Avaricia ($13.900) es un salteado de locos, camarones y pescado del día (reineta), con variedad de verduritas —entre brócolis de un verde irreal, zanahoria, tomatitos cherry—, con esa maravillosa nota a ahumado del wok bien temperado, con un arroz chaufa de comparsa. El otro pecado fue la Soberbia ($12.900, en la foto), en este caso encarnado en unos trozos de albacora a la pimienta a punto, no secos, sobre un risotto de zapallo que no era empalagoso de dulzor (¿será por ser de la variedad loche? Pues sí), con un chorrito de un algo picoso, seguramente rocoto.
Para terminar sin claudicar, la versión creativa del suspiro, esta vez Capital ($5.800), con una especie de ovni de merengue posado sobre helado de manjar. Un twist creativo que ayuda a evitar esa sobrecarga de dulzor de la versión clásica, con dos cafecitos para compensar, como cierre de una experiencia atendida con precisión, sin demora, sin pérdida, sin arrepentimientos y con un michelín extra.
Nueva Costanera 3723, Vitacura. 228941495.