Llega la primavera y es tiempo de rosados, esos vinos frescos, relajados y frutales que uno bebe mientras come pizza o mientras la carne se cocina en la parrilla. En Chile, el estilo se ha desarrollado y, a la par con la moda del rosado en el mundo, hoy también hay muy buenos ejemplos. Aquí van tres y las historias tras ellos.
Montes Cherub Rose 2019
Rosado country
Uno podría catalogar el gusto de Aurelio Montes hijo por la música country como algo, digamos, excéntrico. Y también sería excéntrico que haya gastado algunas de sus vacaciones yendo a rodeos y tomando bourbon con el barbecue en Texas. Pero cuando catamos los vinos de Montes mientras escuchamos a Kenny Rogers o Alan Jackson, uno como que lo entiende. Tras cinco o seis canciones, el banjo y esas voces medio pastosas de tanto masticar tabaco, comienzan a ser medio hipnóticas y a uno terminan por, al menos, calmarlo. En eso estamos, escuchando a Jackson, cuando hablamos de rosados y de uno en particular, su Cherub. Antes, en sus primeras cosechas, este vino era casi un clarete, un rosado de color intenso y de sabores maduros. Pero en las dos últimas cosechas, el asunto ha cambiado de color y de sabor. Y las ventas, según Aurelio, se han disparado. Y uno entiende el porqué. Cherub se ha adaptado a los nuevos tiempos, con rosados de color piel de cebolla y sabores nítidos y frescos, las dos principales razones por las que el rosado se ha vuelto una moda en el mundo. Y sí, este Cherub ahora es una delicia de frescor. Y “Country boy”, de Alan Jackson, no es para nada una mala canción.
Erasmo Rosé 2018
¿Una cervecita?
Junto al río Perquilauquén, y en un rincón perdido en el Valle del Maule, el Conde Marone Cinzano, un afamado productor de vinos de la Toscana, encontró su pequeño universo. Un rincón aislado del mundo donde hoy produce algunos de los mejores tintos que se hacen en Chile. Sumen a eso, un rosado. Este Erasmo 2018, la mano derecha del Conde, César Opazo lo define como “cervecita del campo” por lo fresco, por lo bueno para quitar la sed. Pero originalmente la cervecita tenía otro destino. Iba a ser un monastrell, pero bajo el intenso sol y los suelos pobres de la zona, el tinto terminó siendo un monstruo de taninos, áspero y rugoso. Intentaron al segundo año y lo mismo, así es que a la tercera cosecha de esas parras decidieron que había que hacer un rosado. Y así, el monstruo tánico y desalmado se transformó en un gatito ronroneador, suave y lleno de frutas rojas. Un estreno delicioso y, sí, refrescante. Una cervecita del campo, como dice Opazo.
Aquitania Rosé 2019
Pariente de la aristocracia
Los cabernet sauvignon de Macul pertenecen a algo así como a la aristocracia del vino chileno. Allí está uno de los orígenes más prestigiados de los tintos nacionales, cabernet elegantes y complejos. Aquitania es una de las viñas que tiene viñedos allí y con una selección de esas viñas viene su Lázuli que pone la piel de gallina por lo sutil que es. Y, claro, también hacen un rosado con esas y otras uvas de cabernet de la propiedad. Y no de la forma más, digamos, admirada para hacer rosados. Este Aquitania Rosé 2019 no viene de un sector especial ni se ha diseñado desde el viñedo, sino que más bien es el escurrido de sus grandes vinos, lo que en términos técnicos se llama “sangría”, el jugo que se extrae de la cuba de fermentación para que el restante se impregne con más fuerza del hollejo y las pepas, las partes sólidas que dan color y estructura. Este rosado no tiene mucho color ni tampoco mucha estructura, pero es una delicia de sabores afrutados; un rosado refrescante que, a la vez, ofrece una textura tan sedosa que acaricia. Se bebe por litros.