Lo primero es lo primero: la masa es fina y el queso abunda pero no molesta. Entonces: a tomar nota de esta llamativa casa naranja que queda en Salvador a una cuadra de Irarrázaval. Aunque estacionar no sea fácil, vale la pena llegar a este sencillo lugar de techo alto y amplio patio, en el que no se complican mucho la vida. Porque hacen pizzas, algún postre, unos palitos de ajo, unas alitas de pollo y listo. Además, abren solo en la tarde/noche, menos viernes, sábado y domingo al almuerzo. No se estresan. Para verificar que estuvieran buenas y la producción fuera parejita, se visitó dos veces el lugar (esto es un apostolado). En la primera ocasión se optó por dos pizzas medianas. Una del listado de las “atrevidas”, a $7.500, y otra de las catalogadas como “irresistibles”, a $8.200. Son de 32 centímetros de diámetro, por lo que un par para tres comensales podría ser una recomendación. En este caso, quedó para llevar de la Maldito amor, que incluía toques de queso azul, aceitunas, jamón serrano y abundante rúcula. Y también un tercio de la Maldito jefe, compuesta de un mix de cebolla y miel sobre queso de cabra (que no se notó tan intenso, gracias al dulzor).
En una segunda visita, con un mañoso en la mesa, se escogió libremente de una con tres ingredientes —jamón, tomate, jamón (mañoso)—, a $7.500, y la Maldito jefe: con papa cortada bien delgada, un toque de crema y un espolvoreo justo de merkén. Qué maravilla es esta bomba de carbohidrato que, de puro verla, ya engorda el doble. Y que entra a darle la pelea a la clásica de papa y romero del Romamor, ese líder en pizza vendida por peso.
Como la segunda fue la vencida, en un patio soleado, a la hora de almuerzo dominical y ya con cero pizza en el plato, se coronó la experiencia con un… Maldito postre ($3.600), uno de esos quequitos con centro de lava de chocolate y su bolita de helado para contrastar.
Se consigna que la atención fue rápida, que la carta de alcoholes es de puras cervezas (un par de vinos, qué les cuesta) y que el simplificarse la vida —algo que es positivo— no puede llegar al punto —negativo— de no tener un maldito café de verdad. Todo lo demás, ok, al punto que dos pizzas más —días después—, pedidas a domicilio, llegaron antes de la media hora. Una de abundante pepperoni bien picantito, y otra de piña y jamón en la que —es una modesta opinión— la aceituna boicotea el dulzor. Igual ricas, nuevamente.
Salvador 2148. 222050945.