Hay distintas maneras de aproximarse a la cocina coreana. En plan muy informal y de picada, en modo más elegantoso y, también, en un formato intermedio como el que ofrece Hansoban. Desde hace unos años que funciona este lugar en la calle Río de Janeiro de Patronato, diferenciándose de sus pares por una marcada vocación por la parrilla en la mitad de la mesa. Así es: un círculo calado al medio, en el que ponen brasas, la miniparrilla y listo. O casi, porque antes bajan unos extractores de olores desde el techo, que parecen sacados de “Blade runner”. Una experiencia que ha hecho que esta variante de lo coreano sea muy popular.
Entonces, manos a la obra, y en esto ayuda mucho la buena disposición del personal: para el que no sabe, explican pacientemente los platos. Llega el banchán, que son esos pocillos con aperitivos de la casa: algas, dientes de dragón, tofu marinado, panqueque de pescado (por intentar explicarlo), huevo a la soya y el infaltable kimchi, esa verdura fermentada y picante que se odia o se ama (en este caso personal, ya son bodas de plata de puro amor).
En esta ocasión se pidió un mix de cortes crudos de chancho (doeji modeumgui): papada, chuleta deshuesada y panceta, a $21.000. Esto viene con una salsita, una miniensalada y hojas de lechuga, como para envolver los trozos ya hechos, los que se cortan con tijera y se manipulan con pinzas. Una experiencia activa, la verdad, la que se puede hacer también, por el mismo precio, con cortes de vacuno: lomo, entraña y paleta. Y si la idea va por tentarse con otras variantes del hágalo usted mismo, las hay, más agridulces —como el popular bulgogi— o definitivamente más picantes.
Como aperitivo se pidieron unas empanaditas de chancho y verduras, gunmandu ($6.000), las que en este caso superaron a tanta gyosa mala que se ha comida alguna vez. Rico relleno, masa fina. Junto a estas pequeñas maravillas, y para variar, una tortilla de kimchi ($11.000), sabrosa y picantosa. El único problema, y hay que dar fe que casi siempre es así en los restaurantes coreanos de Patronato, es que no llegaron antes, sino durante la miniparrillada. ¿Será muy cultural/occidental, esto de la idea de entrada/aperitivo? Bueno, mientras haya harto banchán (y trajeron más durante la espera), todo bien.
En fin. Aunque en algún momento pareció ser mucha comida para dos, no quedó ni un suspiro. Y para el parrillero inquieto, casi al frente mismo se halla la carnicería coreana Arirang, donde se encuentran singulares cortes de panceta, papada y asado de tira en láminas. Como para seguir con la parrillada en casa.
Río de Janeiro 248. 27359354.