El tema de la sobreprotección ha estado siempre presente en las discusiones sobre modelos de crianza. La inmensa mayoría de los padres quiere mucho a sus hijos y desarrolla la más importante de las competencias parentales: estar atento a las necesidades de sus hijos y tratar de satisfacerlos. Pero, entre el cuidado amoroso y la sobreprotección, hay una gran diferencia.
El libro de Haim G. Ginott “Between parents and teenager”, publicado en 1969, fue el primero en usar el concepto de “padres helicópteros”, término que se originó en la descripción que hacía un adolescente de su madre en las sesiones de terapia con el autor. Este hijo se quejaba: “Mi madre sobrevuela por encima de mí como un helicóptero“. El término ha seguido utilizándose para referirse a un tipo de crianza caracterizado por padres sobreprotectores y permisivos a la vez, que controlan estrictamente las actividades de sus hijos y solucionarles todos los problemas.
Con esta actitud de sobreprotección y control, no les permiten desarrollar autonomía. En algunos estudios, este concepto de crianza se ha hecho sinónimo de hiperparentalidad. Esto termina por crear niños con poca o nula capacidad de tolerar la frustración y de autogestionar su vida.
En una muy antigua entrevista a Jean Piaget, el psicólogo aseveraba: “Toda ayuda innecesaria frena el desarrollo infantil”, lo que sigue siendo una afirmación válida décadas después. Cuando hacemos algo que el niño puede hacer por sí solo, además de convertirlo en alguien dependiente, menos competente y menos autónomo, le estamos impidiendo su desarrollo cerebral. Así por ejemplo, una guagua que sube solo una escalera gateando, además de fortalecer sus músculos, está irrigando zonas cerebrales que se relacionan con la motricidad gruesa. Pero si se toma en brazos para ir más rápido, de alguna manera se está obstaculizando su desarrollo cerebral. Hacer por los niños cosas que ellos podrían hacer por sí solos es especialmente grave cuando se transforma en una conducta habitual de los adultos a cargo.
La sobreprotección deja a los niños muy desprotegidos en la medida que limita sus posibilidades de funcionar en forma autónoma. Son niños y adolescentes que aparecen infantilizados en relación con su grupo de edad, por lo que suelen ser marginados por sus pares.