Desde muy temprano, cada persona va construyendo a través de sus experiencias de vida y de los valores que va adquiriendo una especie de brújula interior que la guía en sus decisiones, que le indica el camino a seguir y, si bien a veces pareciera perderse el sentido de lo que se hace, tiende a permanecer en el tiempo como una constante.
Preguntarse cuál es el sentido de la vida parece ser una pregunta central, precisamente para vivir una vida con sentido, con propósitos claros y con coherencia. Por supuesto, a través del ciclo vital hay cambios en los motivos que orientan a las personas. Por ejemplo, cuando una mujer tiene su primer hijo, hay un cambio drástico en las prioridades y gran parte de su energía se canaliza en procurar el bienestar del hijo o hija, pero la pregunta sigue siendo válida: ¿Por qué se hace lo que se hace? y ¿por qué lo hace como lo hace?
No siempre las razones que explican nuestros comportamientos son muy conscientes y en la mayoría de los niños son poco reflexivos, por lo cual muchas veces realizan acciones de las cuales después se arrepienten. En Fernanda, de catorce años, su sentido de la vida estaba orientado a ganar y para ella perder se convertía en una pequeña tragedia; daba lo mismo de lo que se tratara. Como siempre había sido una buena tenista, tendía a extrapolar la necesidad de ganar que había aprendido en el tenis a todos los ámbitos de su existencia. Esta actitud tan fuertemente competitiva la fue distanciando de sus compañeros y se sentía muy sola. Poco a poco fue haciéndose consciente de cómo esa imperiosa búsqueda de salir victoriosa era responsable de su soledad y confesaba cuán difícil le resultaba cambiar.
Enseñar a los niños a mirar el sentido de la vida de diferentes personas constituye un buen ejercicio para ampliar su mirada sobre los otros. La lectura de biografías, los comentarios sobre entrevistas a personajes en los periódicos, son modos de acercar a los niños, y especialmente a los adolescentes, para preguntarse por el propósito de la existencia. Muchas veces las experiencias de vida llevan a reformular el sentido de la existencia. La meditación es sin duda una de las herramientas más poderosas en la conexión consigo mismo y su práctica conecta con la búsqueda de quienes somos y quienes quisiéramos ser. En los momentos de crisis, es la brújula interior la que nos orienta hacia donde seguir.