Recibo una convocatoria a un seminario en Washington en agosto: “Manejo multidominio de la batalla - Cambiando el carácter de la guerra”. Es del Instituto para el avance de la defensa y del gobierno (IDGA), un ente no partidista.
Me interesa; lo que ocurre en Defensa se traspasa inevitablemente a la vida cotidiana, para bien y para mal.
“Los campos de batalla serán distintos”, parte diciendo el folleto. Distribuye en innovación tecnológica algo más de 175 miles de millones de dólares entre los conceptos de: competir, disuadir y ganar (es menos que el PIB de Chile, y no equivale ni a la mitad del presupuesto total de Defensa de EE.UU.).
Competir implica destinar 14,1 mil millones a la nueva Fuerza Espacial de Trump y mejorar las capacidades satelitales y de lanzamientos espaciales. Además, se entregan 9,6 mil millones para operaciones en el ciberespacio, redes resilientes, ambientes multinube.
Disuadir (“deter”) implica gastar 57,7 mil millones en aeronaves de 4ª y 5ª generación y misiles de largo alcance. Además, 34,7 mil millones en aumentar opciones de ataque naval, incluyendo alternativas robóticas y, también, para aumentar la fuerza de la Flota.
Disuadir también implica invertir 14,6 mil millones en vehículos de combate y tácticos de nueva generación y de alzamiento vertical; también en mejorar la letalidad de los combates cercanos.
En el dominio nuclear y combinado de todas las fuerzas, “disuadir” llama a gastar 31 mil millones en los bombarderos B-21, armas de largo alcance, submarinos nucleares Columbia, vigilancia de misiles y el sistema de comunicaciones y control de la Fuerza Aérea. Además, llama a invertir en sistemas de bloqueo de transmisiones radiales y en aviones con rotores inclinables.
Ganar implica invertir 3,7 mil millones en vehículos autónomos; 927 millones en inteligencia artificial, aprendizaje de máquinas con reconocimiento avanzado de imágenes; 2,6 mil millones en tecnología hipersónica, en el aire, en sistemas mar-aire, y tierra-aire; 235 millones para defensa de bases mediante energía dirigida, desarrollo de múltiples láseres y aplicaciones de alta energía.
Más inversión aparece en “disuadir” que en “ganar”. Me sorprende la relativamente baja inversión en el ciberespacio.
Me duele la invasión del espacio; que objetos metálicos pueblen la bóveda celeste. Prometerán aumentar la velocidad y densidad de las comunicaciones.
Aparecen vehículos autónomos, de desplazamiento vertical. Se sugieren acciones en el espectro radioeléctrico, con energía concentrada y con láseres…
En la otra vereda, la semana pasada en The New York Times, el experto en inteligencia artificial australiano, Toby Walsh, defendió la causa de prohibir los robots bélicos; ya se ve apoyado por 28 países.
Y Elizabeth Warren, precandidata presidencial demócrata, declaró en el debate del martes en TV que ella lucharía porque EE.UU. eliminara de su estrategia un ataque nuclear preventivo, y así reducir la tensión nuclear.
Porque perder es también una posibilidad en esta guerra.